ME DA NÁUSEAS


Vuelvo a acercarme al mercadillo de comentarios de Facebook y vuelvo a encontrarme el típico vídeo de esos programas que valoran a la gente que cocina, baila o canta con comentarios como “este vídeo te va a conmover un güevo cuando lo veas”.


Vale. A ver.

Suelen ser personas que no dan la medida del estereotipo y hacen algo bien. El último que he visto, un chico gordo, feote, que se arranca a cantar con voz de tenor, o a lo mejor de barítono que yo de esto entiendo regular… ¡Oh! El público grita, patalea en las gradas y llora y remata la faena con una cerrada ovación con toda la sala puesta en pie.

Y entonces, fluyen oleadas de paternalismo. “Que mira que oye que te vamos a aceptar aunque eres rematadamente feo, y gordo para que nos vamos a engañar, pero en nuestra infinita misericordia hemos decidido tratarte como a una criatura normal porque cantas muy bien”.

¿Por qué? Porque una criatura con ese aspecto tiene la obligación de ser medio tonto y no saber hacer nada, o ser un psicópata que también entraría en lo que le han enseñado a aceptar a nuestro cerebro. Pero canta como los ángeles, esos que normalmente en los cuadros tienen caras de pasmaos y además también son gordos.

El susodicho, la susodicha, se derrite cual paparreta, pensando que por fin las cosas están en su sitio, que se ha quedado atrás la pesadilla del colegio y del instituto, la discriminación y el desprecio. Bueno, cada uno es libre de interpretar las cosas como le parezca.

Puede que a partir de ahí tenga éxito, o consiga que lo respeten, claro que eso solo pasará en  caso que la persona que tiene delante sepa que canta bien y entonces ya no será nunca más el “gordofeodespreciable” sino el “gordofeoquecantabien” al que vamos a tratar con deferencia, paternalismo e incluso servilismo para poder seguir discriminando al resto de gordosfeos. Al resto y a este mismo, que como no sea para cantar no lo van a pillar en ningún trabajo porque no da la imagen o “el perfil que estamos buscando”.

Esto pasa también con personas mayores que se mueven bien o con gente de aspecto normalillo, sin ese aura de “artista rompedor” que acaban aterrizando por esos programas para exhibir esa cosa “sorprendente” que saben hacer.

Estas cosas son un ejemplo claro de que la cacareada aceptación de la diversidad es una polla como una olla.

Todos tenemos virtudes más o menos ocultas, todos sabemos hacer algo sorprendente rematadamente bien.

Bueno, casi todos. Los que no, suelen ser público y jurado de este tipo de cosas que se siguen sorprendiendo con lo que hacen los no-guays.

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