UN MILAGRO RENOVADO


Ver amanecer crea adicción, en serio.

No voy a negar que con la llegada del frio da un poco de pereza, pero una vez que abres los ojos, por muy calentita que estés en la cama, con la tele casi sin volumen, empiezas a pensar en la orilla del mar, el frio en la cara, la luz, los olores……….. te levantas, pones un cafelillo y hala.

Somos un selecto club de chiflados de distintas edades que con la excusa de sacar al perro, o pescar, o algún achaque de salud, acabamos juntándonos a la misma hora, con la secreta alegría de disfrutar de una nueva salida de sol.

Tengo en mi cámara y en mis carpetas de fotos cientos de amaneceres, todos se parecen en algo y todos son definitivamente distintos en hermosura y majestad.

Es ese momento especial donde el tiempo se para y el cielo comienza a desplegar paleta sin ningún tipo de complejos ni de cánones cromáticos. Celestes, lilas, naranjas, turquesas, grises, blancos…….se mezclan sin emborronarse para cortarle la respiración a cualquiera que lo contemple.

No estoy muy versada en los ciclos circadianos pero parece ser que todo esto no es más que un regalo reservado a las bandadas de “alondras”, para los que el amanecer es una señal de optimista actividad.

Muchas veces, cuando me paro a deleitarme con el espectáculo y tomar alguna foto, no puedo evitar pensar en los hombres primitivos. Nuestros tataratatarabuelos, seguramente, sufrirían las noches de invierno, largas y oscuras, con la duda de la existencia del nuevo amanecer. Pero, contra todo pronóstico, el amanecer llegaba, e inundaba generosamente la tierra de nuevas luces, de nuevas oportunidades y de nuevos comienzos. Atrás quedaban los pensamientos sombríos y trágicos nacidos de la oscuridad y la desesperanza nocturna.

Me declaro atea practicante, pero ante semejante espectáculo entiendo perfectamente por qué creamos a los dioses.

No te queda otro remedio cuando cada día contemplas un milagro.

  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • RSS