LAS COPLAS


Tanta celeridad en la recaudación, tanto invocar al nombre del creador, tanta inquina en la persecución.

El dudua de las bodas, los tararí de las verbenas, el machaque de las galas benéficas, de las bandas de semana santa, ¡Malandrines, que os estáis llevando la cuota de originalidad!, ¡Facinerosos que hundís la industria artística!.

Nadie es tan eficaz como cuando trabaja para su propio beneficio.

¡Panda cabrones que os habéis enriquecido con algo que era nuestro!

Una, que ya peina canas, se acuerda todavía de una coletilla de un programa de radio, que presentaba Diego Gómez, “Hasta que el pueblo las canta, las coplas, coplas no son, y cuando las canta el pueblo, ya nadie sabe el autor”

Me da igual que sean de Quintero, León y Quiroga, de Antonio Vega, de Carlos Cano, del añorado Camarón, de B.B. King, de Verdi, del maestro Morente o de la mismísima Barbie Desguace de la Amy Winehouse, son nuestras, todas, son nuestras.

¡Que los dioses bendigan al juez Rus (¿Ruz?)

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