
En vista del cariz que tomaban las cosas, he deambulado por todo el museo sin más criterio que buscar salas aceptablemente solitarias y a ser posible con banco, lo reconozco, no es ni muy científico, ni muy artístico, pero he disfrutado como una mona. Me he maravillado, tanto de lo ya conocido, como de los nuevos descubrimientos, este museo es como un gran joyero donde no hay ni bisutería ni piedras semipreciosas, solo fancy colors, auténticos diamantes únicos que asombran y alegran la vista.
Deambulando, deambulando, me he tropezado con Pedro Pablo, así que me he alquilado un “cipotorro” de esos que parecen un micro, pero te los pegas a la oreja y te van contando los cuadros, más que nada por ahorrarme una nueva sarta de necedades por boca de cualquiera que no entiende pero se dedica a ilustrar a su acompañante. Rubens es absolutamente carnal, como tantos otros, aprovechó el filón mitológico, incluso el bíblico para mostrar la gloria de los cuerpos desnudos, hermosos sin estar ni delgados, ni morenos, ni operados; luminosos, llenos de humanidad real y sin embargo, eternos. Como muestra, “La Muerte de Seneca”, es realmente impresionante.
Y no me salgo del Prado sin hablar de “Doña Juana La Loca” de Francisco Pradilla, es un cuadro gigantesco, desolador; el viento comparte protagonismo con la figura central de Doña Juana, la pequeña hoguera lo impregna todo de humo, sirviendo como telón de fondo al estupor de la reina, un viento que casi arranca la luz de los velones que pugnan por salir del lienzo. Cada personaje se ensimisma en su propio cansancio, en el hastío de participar en la macabra peregrinación por los páramos castellanos, miran a la reina con paciencia, con tristeza. Un ataúd ricamente ornamentado, sobre unas andas enjaezadas, que reposan sobre la tierra yerma y helada.
La tarde, para el Thyssen, y como el sistema del Prado no me ha ido mal he ido de banco en banco disfrutando de las obras que el azar me ofrece, ha habido dos que, además, me han gustado especialmente, ambas de Edward Hooper, las dos son mujeres sorprendidas en momentos de intimidad, Mujer cosiendo a máquina, donde una mujer se afana, delante de un ventanal para aprovechar mejor la luz, está en ropa de casa, con el pelo suelto, concentrada en su tarea, tan distinta a la imagen femenina de Habitación de hotel, no sabemos qué noticias le han comunicado en esa nota, pero, aparentemente, no son buenas. Haber reunido el valor de llegar hasta ahí, desafiando Dios sabe que convenciones, para que unas frases sobre el papel lo destruyan todo, quedándose sentada en el filo de esa cama anónima como un naufrago sin posibilidad de rescate.
Después de esto sigo siendo adicta a la pintura, pero físicamente ya no puedo mas, así que me vengo al hotel y os lo cuento.