CARITA DE TERTULIANA


Entiendo que estamos en la era de la comunicación, o no, según se mire, pero todo tiene su momento. 

Lo que pasa es,  que el momento de unos, pues igual no coincide con el de otros. 

Me explico, andaba yo esta mañana, como de costumbre, por el barrio ocupada con las compras de la mamma.

Esto es algo que normalmente realizo a trote ligero, y otras veces voy como la niña aquella que fue a Madrid en un caballito gris al galope, galope, galope. En algunas ocasiones, incluso, parezco la versión maruji de Flash Gordon solo que con atrezzo Decathlon en lugar de coloridas mallas.

Pues allá que me planto en el mercado, me voy al carnicero y no sé cómo ni de qué manera acabamos con una bonita tertulia sobre la superproteccion a los hijos y las nefastas consecuencias que acarrea después para cuando devienen en adultos insufribles. ¿Culpa del sistema? ¿Culpa de los padres?

No es que yo esquive una buena discusión, pero es que me tenía que ir. Miraba nerviosa a los lados, intentando descifrar en que momento toda la gente de mi barrio se ha vuelto vegetariana, porque ni venia ni un cliente más a tomarme el relevo.

Con más torpeza que arte le he colocado un par de verónicas y una media lagartijera, y he salido escopeteada a seguir con lo mío.

Pos como que ya de vuelta, veo una chaquetilla monisisima en un escaparate y me cuelo en la tienda con la sana intención de probármela por si me cabían dentro los airbags y el resto de equipamiento de serie con el que el bendito Dios ha tenido a bien dotarme.

En algún momento de la charla típica de: "me queda un poco ajustada, pero igual mola, pos no sé si llevármela",  con la dependienta, que venía a ser más o menos de mi quinta, la cosa ha derivado en algo así como:
-         - ¡Qué mono ese top!
-         - Llévatelo, tengo de tu talla.
-         - ¿Paqué?
-         - Pa cuando salgas
-          -No salgo

Resumiendo, que estoy yo exponiendo que prefiero quedarme en casa, sin sujetador y en zapatillas delante del ordenador buscando artículos y partiéndome la cabeza, y ella que no entiende paqué y yo argumentando aquello de ¿No hay mujeres que se arreglan, técnicamente, para sentirse bien con ellas mismas? Pues yo me caliento la cabeza pa lo mismo de lo mismo.
-         - Pero te arreglas y sales
-        -  Pues entonces igual no es para ellas mismas

Y llegados a este punto, la colega me dice que espere y me sale con dos sillas para que nos sentemos en la puerta de la tienda a montar ya una tertulia en toda regla.

¿En serio? Ya le había comentado que tenía prisa, de hecho, a esas alturas llevaba en la tienda algo así como un par de minutos solo, cuatro como mucho, y por segunda vez en menos de un cuarto de hora me he encontrado con alguien enfrente con la clara intención de que le cuente más. ¿Más de qué? ¿Por qué? Mira por favor que voy de bulla. Esta mujer, incluso me ha dicho donde vive por si en otra ocasión me encuentro la tienda cerrada le pegue en su casa, que ella baja.

A la óptica ni he entrado, que si tardo mi madre se piensa que me ha pasado algo necesariamente malo.

Cuando he llegado a casa me he mirado al espejo y creo que no tengo una cara especialmente comunicativa, hasta puedo poner gesto adusto sin muchos problemas.

¿Será que con la edad se me está poniendo carita de tertuliana?

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EL NIÑO MUERTO



Desde 2011 lleva Siria en guerra, otra absurda y sangrienta guerra civil que le estará llenando los bolsillos a alguien, y no nos ha importado, de hecho, incluso hay gente que ni lo sabía. Ni que había guerra ni que Siria existía.

¿Cuántos niños sirios han sido masacrados en estos años? ¿Cuántos adultos, que también fueron niños?

¿Qué la foto es brutal? Pues sí, parte el alma y crujen las entrañas esos zapatitos de pequeñín, comprados con amor y con suelas especiales para que aprenda a andar derechito y no se caiga mucho, ese chándal para que vaya cómodo pero abrigadito que el viaje era muy incierto. ¿Y qué? ¡Ah bueno si! Los señores de los medios han debatido mucho si sacaban las imágenes por aquello de la ética, el morbo y el impacto mediático. Ya, la ¿Etiqué?

¿De qué nos sirve estremecernos con la foto del diminuto cadáver de Aylan? Si después cuando vemos un rumano cambiamos de acera, y nos gastamos lo que no tenemos en coles privados para que nuestros hijos no estén en una clase llena de hijos de inmigrantes.

De macro política para que vamos a hablar, como súbditos de Sacro Imperio Germánico, que hable mi amiga Angelita.

De macroeconomía tampoco, porque con lo mal que estamos lo que nos hacía falta era más gente pidiendo trabajo y buscándose la vida por los márgenes de la legalidad. ¿O no es eso el pensamiento más general cuando hablan de acoger inmigrantes? Eso sin tocar el espinoso tema de la vivienda o de la atención sanitaria.

¿A qué viene ahora tanta penita pena? Ese pequeño-gran reproche flotante no ha surgido por generación espontánea sobre las olas, es producto de “déjalos que se maten entre ellos” “que sí que los españoles emigramos pero de otra manera, con contrato y eso” “yo no digo que no sean criaturas como nosotros, pero oye cada uno en su sitio”.


Pues ahí lo tenemos, en el único sitio que le hemos dejado, a falta de cuneta, rebalaje.

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