LLUEVE Y NO HAY COLE


Siempre me ha gustado la lluvia en fin de semana. Bueno, ahora de mayor menos. Cuando llueve un día sin horarios, siempre me acuerdo de los recortables.

De pequeña, aunque me pasaba muchas horas leyendo, también tenía unos pocos de recortables, de esos de muñequitas rechonchillas, con ropa interior de diseño tan recatado, que en la actualidad, no serviría ni para hacer deporte, porque en nuestros tiempos no había llegado todavía ni la anorexia ni la precocidad, ni a las niñas, ni a las muñecas.

Desde luego era una estupidez encerrarse en casa a recortar en un día luminoso, estando la calle llena de aventuras. Pero los días de invierno, mientras la lluvia y el viento arreciaban, haciendo de la calle un sitio inhóspito, tú, en casita, protegida y confortable, buscabas una distracción apropiada.

Esos eran los días ideales para pillar la “tijerita de bordar” y emprenderla con los recortables.

Realmente era un juego un poco tonto, lo divertido era buscar una cajita, recortar la muñeca y la ropa y procurar hacerle buenos puntos de agarre para que quedara perfecto.

Esto presentaba bastantes retos, a saber: Las tijeritas eran curvas, o sea, que cualquier línea recta de la ropa de papel, acababa convirtiéndose en un bonito bodoque. La falta de destreza propia de la edad, hacia que te pasaras una y otra vez de la gruesa línea negra exterior de las prendas, y además casi siempre acababas cortando uno de esos pequeños rectángulos que sirven para sujetar, la diadema o el abriguito de turno. Los espacios entre los brazos y el cuerpo siempre eran un tema delicado e imposible de rematar bien, por lo que algunas veces, había que optar directamente por no recortarlos.

Y así poquito a poco, primero la muñeca, después las piezas grandes, después los accesorios, todo se iba liberando de la prisión del papel.
Cuando ya estaba todo recortadito en su cajita y habías vestido la muñequita un par de veces con las combinaciones posibles…pues te ponías a otra cosa.

Es que a mí nunca me ha gustado lo de la moda.

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PAVOS LOBOTOMIZADOS


Realmente no sé que es mejor o peor, pero desde luego existe un abismo entre los cuentos de antes y los de ahora.

Empezando por el soporte, que no es lo mismo meterte debajo de las mantas con tu libro y una linterna, que acoplarte en un sillón del cineplexmultisalasonidoenvolvente3d, o acomodarte en casa con tu tazón de cereales, mientras miras la tele.

En los cuentos de ahora nunca pasa nada, son aburridos y empachosos, eso para los niños que leen, a los hijos de la tele, les alimentan el cerebro con tonos pastel e historias insulsas, con la pretensión de ser educativas.

Los cuentos clásicos, han sido estudiados y analizados por la gente que entienden de estas cosas. Eran como simuladores, hacían participe al niño de situaciones límites, lo enfrentaban con la crudeza de la realidad, lo llevaban a países imaginarios y los dotaban de mecanismos mágicos o de ayudas extraordinarias para hacerles saber que era posible enfrentarse a los problemas por muy duros que fueran. Incluso le enseñaban, que a veces la fatalidad es irremediable. O sea, que puestos a ser educativos, igual son más educativas las versiones originales.

Por ejemplo: La sirenita; en la versión original, la sirenita sufre lo indecible por amor, cada paso era como una cuchilla que se le clavaba y le abría la planta del pie, y aunque la chica lo había apostado todo, y era monísima, se vio abocada a la desaparición, porque el príncipe acabo casándose con alguien más acorde a su rango social. En la versión más extendida en la actualidad (¡Cuánto daño ha hecho la factoría Disney!)La sirenita salta, baila y acaba con el príncipe a ritmo de Calipso.

Nuestra Señora de Paris, actualmente rebautizada como El Jorobado de Notre Dame, tres cuartos de lo mismo; en la versión original, la imagen final es de un vertedero donde reposa el esqueleto deforme de Quasimodo, abrazado a otro más frágil, como corresponde a una joven danzarina, supongo que todos os acordáis del final de la peliculita.

Hay algunos, que ni siquiera se han atrevido a revisar, como Barbazul o La Cerillera, nadie es lo bastante retorcido para versionar estas historias de una forma políticamente correcta, adaptarla para los niños criados con los Lunnis, los Teletubbies, o Pocoyó es impensable. Tampoco les ha explicado nadie a estos niños, que Sherezade contaba cuentos compulsivamente, porque le iba la vida en ello.

¿Y las brujas? Las de antes eran unas ancianas siniestras, que preferían a los chiquillos con su capita de grasa para churruscarlos al horno, cual cochinillo de Cándido, el paradigma actual es La Bruja Aburrida, que viene a ser como esa tía de mal carácter, que no tiene niños, pero que en fondo posee un gran corazón, incapaz de matar una mosca.

No queremos hablarles del frio, del desamparo, de la muerte y de la maldad, queremos que sobrevivan en un entorno sin estridencias, hablarles de un mundo irreal, armónico y dulce, que la mayoría de las veces no existe siquiera dentro de los muros de sus casas, mucho menos una vez que pisan fuera del umbral de la puerta, o asoma a sus pantallas un noticiero.

Es posible que esa sea una de las claves del éxito de Harry Potter, como en los cuentos clásicos, Harry es huérfano, le han asesinado a sus padres, sus tíos lo odian, y está constantemente en peligro de muerte, cuenta con ayuda de la Magia (de la de toda la vida), y aunque al final sale victorioso, ha sufrido pérdidas y mucho dolor por el camino. Cumple muchas de las pautas de los cuentos de siempre, a los niños les gusta, incluso no les importa leerlos, aunque saben que después tienen la película.

Los cuentos actuales no son más que una ración de bromuro mental, no pasa nada, no hay riesgo, ni aventura, heroísmo, leyenda, fantasía, imaginación.…..Quítale todo eso a un niño ¿Qué te queda? Pues eso.

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MADRID. CUADERNO DE BITACORA (III)

Ha llovido toda la noche, así que llegar al Prado caminando es una autentica delicia, por puro azar al escoger la puerta de entrada, me he encontrado primero con Renoir. Fascinante, con esa aparente frivolidad en las pinceladas apenas insinuadas, la maestría innata en el uso del color, pero, a pesar de ser temprano, ya éramos demasiados mirando los mismos cuadros, los visitantes parecíamos algo entre la promesa del Cautivo y las masas de fieles que caminan alrededor de la Kaaba. Una masa charlatana en la que casi todos entienden de impresionismo hasta decir basta. Yo no entiendo ni de impresionismo, ni de ningún otro movimiento pictórico, pero había cada “experto” soltando sandeces encadenadas, que me he puesto encabronadamente nerviosa. Cuando ya estaba a punto de soltarle un mortífero codazo al de atrás, y una patada voladora al de delante, un pasillo de puertas consecutivas y alineadas me muestra un remanso de paz. Me voy, no puedo con la intelectualidad impostada.
Pasillo, giro, otro giro, y por fin puedo sentarme entre los sobrios Austrias, tristes, endogámicos y todo lo pálidos que supo pintarlos Carreño, pronto vienen las estridencias, esta vez personificadas en un deportivo joven que habla desenfadadamente por su móvil mirando los cuadros apenas de soslayo, ¿Para qué ha venido? ¿Solo para decir que ha estado en el Prado? Es absurdo pagar una entrada para hablar por teléfono.
En vista del cariz que tomaban las cosas, he deambulado por todo el museo sin más criterio que buscar salas aceptablemente solitarias y a ser posible con banco, lo reconozco, no es ni muy científico, ni muy artístico, pero he disfrutado como una mona. Me he maravillado, tanto de lo ya conocido, como de los nuevos descubrimientos, este museo es como un gran joyero donde no hay ni bisutería ni piedras semipreciosas, solo fancy colors, auténticos diamantes únicos que asombran y alegran la vista.



Deambulando, deambulando, me he tropezado con Pedro Pablo, así que me he alquilado un “cipotorro” de esos que parecen un micro, pero te los pegas a la oreja y te van contando los cuadros, más que nada por ahorrarme una nueva sarta de necedades por boca de cualquiera que no entiende pero se dedica a ilustrar a su acompañante. Rubens es absolutamente carnal, como tantos otros, aprovechó el filón mitológico, incluso el bíblico para mostrar la gloria de los cuerpos desnudos, hermosos sin estar ni delgados, ni morenos, ni operados; luminosos, llenos de humanidad real y sin embargo, eternos. Como muestra, “La Muerte de Seneca”, es realmente impresionante.


Y no me salgo del Prado sin hablar de “Doña Juana La Loca” de Francisco Pradilla, es un cuadro gigantesco, desolador; el viento comparte protagonismo con la figura central de Doña Juana, la pequeña hoguera lo impregna todo de humo, sirviendo como telón de fondo al estupor de la reina, un viento que casi arranca la luz de los velones que pugnan por salir del lienzo. Cada personaje se ensimisma en su propio cansancio, en el hastío de participar en la macabra peregrinación por los páramos castellanos, miran a la reina con paciencia, con tristeza. Un ataúd ricamente ornamentado, sobre unas andas enjaezadas, que reposan sobre la tierra yerma y helada.

La tarde, para el Thyssen, y como el sistema del Prado no me ha ido mal he ido de banco en banco disfrutando de las obras que el azar me ofrece, ha habido dos que, además, me han gustado especialmente, ambas de Edward Hooper, las dos son mujeres sorprendidas en momentos de intimidad, Mujer cosiendo a máquina, donde una mujer se afana, delante de un ventanal para aprovechar mejor la luz, está en ropa de casa, con el pelo suelto, concentrada en su tarea, tan distinta a la imagen femenina de Habitación de hotel, no sabemos qué noticias le han comunicado en esa nota, pero, aparentemente, no son buenas. Haber reunido el valor de llegar hasta ahí, desafiando Dios sabe que convenciones, para que unas frases sobre el papel lo destruyan todo, quedándose sentada en el filo de esa cama anónima como un naufrago sin posibilidad de rescate.
Después de esto sigo siendo adicta a la pintura, pero físicamente ya no puedo mas, así que me vengo al hotel y os lo cuento.

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MADRID. CUADERNO DE BITACORA (II)


Subida en el regazo del tren, va contándome historias: La del cortijillo añil medio derruido, la del pequeño arroyo escarchado, la de los tres arboles solitarios, la de la atalaya olvidada…….hasta que sin darme, cuenta estaba aquí. En los cafetales de cristal, hay una sibila tocada con columnas dóricas, busca alguien a quien transmitir los cantos de sabiduría, pero el primer candidato es sacerdote de Morfeo, y su Dios es celoso y vengativo. El segundo candidato, es acaparado por la sibila, que no le permite ni oír los cantos de sirena. Cuando transmite lo que le es permitido, es ella misma la que entra en trance, dejando de pertenecer al mundo de los que escuchan. Indi va pisando botones dorados y morados turbantes invernales. No voy a dejar que la oscuridad me atrape aquí, remontare los negros ríos, antes que se extinga el fuego. Una competición extenuante, sin reglas, sin salida ni meta, se rige por el metálico piar de los exigentes tubos. Caleidoscopios en el pavimento, madera en las caderas, los viejos cromos sepia sujetan los frutos milenarios, mientras asciende el humo de los sacrificios. Ritmos tribales que ya nadie escucha. Conservas de ballenas catatónicas. Lana y cuero que corren y serpentean inundando las calles; que tapan piernas, que tapan bocas, que adornan pechos. Flores crepusculares se desmayan desde el techo. ¿Había un cuerpo de mosqueteras al servicio de su majestad?. Jirafas frías y amarillas escupen promesas imposibles de cumplir. Estupor bajo las farolas. Taparemos los errores, con disfraces de colores. Mientras, suena un clavicordio sobre los confortables nudos de Irán.

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CATALANES


Si yo fuera catalana, desde luego no votaría.

Da la impresión que cada vez que un político catalán abre esa boquita, no tiene más argumento que hablar en tono despreciativo de Andalucía. Que si, que vale, que así salen en todos los medios. Pero es que ya nos aburren, nos aburren mucho.

A estos muchachos tan cultos y dicharacheros, no les gustamos. No les gusta nuestro acento, nuestra cultura, nuestra forma de entender la vida y de vivirla, nuestras instituciones, ni ná de ná.

Vale, supongo que piensan que de los tartesios para acá, nos hemos tirado más de 3.000 años entre romerías y moragas. Nos pasamos el día con una caña en la mano contando chistes de Los Morancos y tarareando canciones de Los del Rio…y entre feria y feria sacamos una procesión. ¿De verdad se creen eso los políticos catalanes? Pues igual deberían plantearse cambiarlos.

Nosotros, desde la incultura propia de gente que no paga ni impuestos y se pasa la vida doblando palmas, sabemos algo del modernismo, del románico en Lérida y Gerona, de Pau Casals, de Dalí, de Ramón Llull. Ausiàs March, nos gusta La Fura dels Baus, de jóvenes nos sabíamos las canciones de Lluis Llach, en su idioma….y un montón de cosas más.

Estos políticos parecen no saber nada de nosotros, y eso precisamente es la diferencia entre ser una persona culta, o una persona obtusa, mezquina, localista y profundamente ignorante.

Por aquí abajo, todos tenemos amigos y/o familia catalanes, muchos nos hemos dado alguna vuelta por esa preciosa tierra, y nos ha gustado, nos hemos encontrado con personas amables, abiertas y educadas. Es decir, nada que ver con esa gentuza que los representa.

Así que favor, señores y señoras de Cataluña, saquen de sus escaños a esa gente, mándenlos a paseo, que ofrecen una imagen de su tierra francamente lastimosa.

Menos mal, que los demás, por lo menos, nos hemos entretenido en leer y en viajar, sino igual pensábamos que Puigcercós es el nombre de un caganer.

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MADRID. CUADERNO DE BITACORA (I)


Dicen que los viajes empiezan desde el momento que aparece la idea de hacerlos. En mi caso es totalmente cierto. Me encanta planificarlos, los billetes, la búsqueda de un hotel cercano, limpio y barato. Reservas de entrada. ¿Qué ropa me llevo? ¿A qué temperatura están? Esto es un dato esencial, no me gusta ir tirando de equipaje superfluo.

¿A qué hora llego? ¿Qué me queda más cerca? Todas las búsquedas por la red, las previsiones empiezan a asentarse cuando formalizas la primera reserva (de alojamiento o de transporte, da igual), ir concretando, dando forma a tu mini -viaje, es como concertar una primera cita.

Ahora mismo ya tengo los planos de la zona, sacados del Google maps, los horarios y los precios de los museos, y la entrada del teatro por triplicado, que la última vez pase muy mal rato por culpa de mis despistes.

Esta vez además vuelvo a viajar sola, es algo que no hago desde hace…….ufff, mucho.

La última vez que me subí sola a un tren, se tardaba 24h. en llegar de Málaga a Vigo, con su consabido cambio de estación en Madrid (desayuno en el VIPS y visita de cumplido al templo de Nebod).

Me gustan los trenes, son como capsulas suspendidas en el tiempo, entras en el vagón, y todo queda aplazado, es un tiempo autoregalado para disfrutarlo en intimidad.

Me molesta mucho la gente que no saben disfrutarlo, se ponen nerviosos, no paran de hablar por los móviles, ignorando el suave traqueteo, los paisajes que asoman y se alejan, y solo se sienten a salvo al llegar a estaciones apresuradas y bulliciosas.

El Prado va a ser mi punto fuerte, allí me esperan Renoir y Rubens, y desde luego esta vez no voy a ir a la carrera. Navegaré suavemente sobre lagos de oleos coloridos, sin premuras ni estridencias. Sin horarios, ni teléfonos, y sin más obligación que dejarme llevar por la belleza, ajena a las mezquindades de la rutina.

Ya tengo mariposas en el estomago, pero son mariposas impresionistas.

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TRIBULACIONES DE UNA DOMADORA AUTODIDACTA


Ya lo decía Neith, somos la generación a la que la revolución tecnológica nos ha pillado en el peor momento.


Nuestros padres pueden prescindir de todas estas milongas de los ordenadores, de las redes sociales y de lo que les dé la gana.

Nuestros hijos han nacido tecleando, y desde que tienen uso de razón han tenido un ordenador a mano, para ellos forman parte de los electrodomésticos, como la televisión o el horno.

Y nosotros, como siempre, en medio.

Somos demasiado jóvenes para prescindir de la revolución tecnológica, darle la espalda a estas herramientas, en muchos casos, es un suicidio social, e incluso intelectual, la red es una ventana maravillosa de información y de conexión. Ya no tienes que esperar a que alguien esté en casa o pueda coger el teléfono, le dejas un mensaje y ya leerás la respuesta cuando puedas. Es sencillamente genial.

Pero nadie nos ha enseñado a manejar este cotarro, vamos a cabezazos, dando palos de ciego. Vemos como los jóvenes manejan el teclado por intuición y sin complejos, pero, yo por lo menos, siempre tengo la impresión de que cualquier error puede desencadenar la tercera guerra mundial, o en el mejor de los casos, dejar a mi ordenador tan muerto como Napoleón.

Mi ordenador, que ejerce el libre albedrio con soltura, de vez en cuando se pone cabezón, y de pronto no me deja hacer cosas, que cinco minutos antes creía que dominaba. Se encabrita, y de golpe me da un pantallazo azul cobalto, con un chorreo de datos que no podría descifrar ni el mismísimo Champollion. Además, no se da por enterado de que dispongo de un tiempo limitado para usarlo, y se pone a desvariar racaneándose como un niño malcriado y fastidioso.

Siempre ando a la gresca con las tildes, el Word me corrige las que le parece, otras no.

Hay sitios, a los que algunas veces entro directamente, y otras empieza a pedirme contraseñas (que normalmente no recuerdo porque nunca las pide) y palabras de paso interminables, cuando creo que ya esta, me pone una palabra psicodélica en ingles, para que se la copie en un recuadrito. Lo dicho, un caprichoso coñazo.

Publico cosas en el Facebook, que después no aparecen en mi perfil, intento eliminar otras, y no me deja. Desesperante.

A veces decido que paso, ya esta, se acabó. Ni Blog, ni facebook ni google ni ná de ná. Me cabreo, me hiperventilo y me da una taquicardia. A la mierda la maquinita.

Pero no, acabo volviendo a sentarme frente a la pantalla y dejándome llevar por el placer de teclear mientras pienso ingenuamente que algún día llegare a dominarlo.

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UN RATILLO, UN LUJO


De las diez mil veces que quedamos, muy pocas llegan a cuajar.

Este domingo y de carambola, por fin, lo hemos conseguido.

Además, a lo tonto capullo nos encontramos, juntas, relajadas, como hacía mucho tiempo que no estábamos.

Hicimos una burbuja de intimidad, donde no había que mantenerse en guardia, ni sustentar una pose fingida, ni hablar de nada que no nos apeteciera.

Risas, conjeturas, debate y alguna cabezadilla. Chocolate, palmeras y coca-cola.

La perra estirada en su sofá se dejaba acariciar al compas de la conversación.

Fernando Alonso daba vueltas embutido en su cochecito veloz.

Los libros, los hijos, los proyectos, los viajes, los trabajos y los días, y las horas que pasaban perezosas, calladas mientras disfrutábamos del regalo de estar juntas otra vez.

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