SOBRE HADAS DEL BOSQUE, ONDINAS, ESPÍRITUS DE LA TIERRA Y DUENDES DEL MAR.


Las hadas del bosque están locas, locas, locas, pá que las recojan.

Suelen ser tozudas, idealistas, a ratos mundanas, pero no confunden el divertimiento con la superficialidad.

Revolotean, dispersas y apuradas sobre una realidad que conocen y en la que participan, pero que realmente no es su mundo.

Parecen más frágiles de lo que realmente son, y son más frágiles de lo que realmente se creen.

Saben ver un roble entre los brotes de los arbustos. Y conocen por instinto las plantas que algún día darán sombra. Son las guardianas de los pulmones de las criaturas que respiran y transforman el mundo.

Siempre están ocupadas, (mantener un bosque, no es algo que se haga solo) es muy importante que los arboles crezcan en paz.

Pero, siempre tienen tiempo para compartir juegos con los demás espíritus de la tierra. Campanillean, revolotean, y alegran la vida de todos los que sean capaces de percibirlas.

Tomar un café con un hada del bosque, es más divertido que con la liebre de marzo.

Las ondinas viven en su propio universo mecido por el susurro de las aguas dulces. En Asturias las llaman Xanas.

Son las diosas de los lagos, los pozos, los ríos y las lagunas.

Saben todos los idiomas, pero casi siempre prefieren expresarse en el suyo.

Atienden a que no les falte la vivificante humedad liquida a los pequeños renacuajos ni a los grandes sauces.

Transcurren, sabias, discretas y alegres por los paisajes, conscientes de su deambular e ignorantes de su importancia. Poseen el secreto de la vida tranquila, aunque no siempre las dejen practicarla.

Cuando una ondina sonríe, titilan todas las estrellas cristalinas de la nieve.

Y estamos tan acostumbrados a su serena presencia, que mucha gente no las percibe, porque las da por supuestas. Ellos se lo pierden.

Las ondinas son las hacedoras del transcurrir del tiempo, Heráclito las conoció y se hizo filósofo, y nos contó eso del transcurrir de las aguas del rio, o sea……..

Los espíritus de la tierra son la firmeza, lo sólido, la vida. Son prácticos, certeros y fuertes.

Y eso algunas veces les pesa.

Ríen con gusto y a menudo, y ademas lo contagian, poseen el misterio de la alegría.

Se interesan por todo lo que pasa a su alrededor, miran, anotan, aprenden, crecen y sustentan a las criaturas que los rodean.

No se paran en tonterías, y se maravillan con la belleza. Son curiosos, les gusta explorar y entender.

Son espíritus cálidos, constantes y voluntariosos, y muchas veces se ven abocados a ser los que mueven el mundo. Pero ellos pueden.

Y si no pueden ya le iremos achuchando desde atrás. Dan calor y ganas de seguir.

Son los grandes motivadores.

Los demonios del mar son traviesos y escandalosos. Tajantes e inmisericordes.

Fabrican tormentas y amaneceres. Hunden ciudades y recalan mansos en los puertos que les apetece. 

Saben de las criaturas de los abismos y se carcajean de las leyendas de sirenas.

Hacen cosquilleantes espumas, olas traidoras y serenos atardeceres.

Protegen piratas, hunden transatlánticos, acarician bahías y arruinan costas, según la lógica de sus propios baremos.

Dibujan calas escondidas y playas multitudinarias, radas privadas y puertos adocenados si les apetece.

Cuando todos los espíritus descansan de sus labores, hacen una fiesta y me invitan.

Hasta ahora, nunca falto.

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ECHO DE MENOS, EN NAVIDAD


No me ha dado por revisar las entradas del blog, que asi a lo tonto capullo van por encima de doscientas. Me reservo el derecho a repetirme. Y aunque ponga algún villancico en inglés en mi muro de Facebook, no os lieis, solo es cortesía, o nostalgia, o vete tu a saber.

Echo de menos la navidad, si, lo sé, con la edad he ido desarrollando un espíritu grinch poco apropiado. Pero aunque peque de soberbia o pedantería. ¡Insisto! La echo de menos, porque yo si sé como era.

Echo de menos que toda la familia adorne la casa, que se escondan los regalos para que cumplan su función de mágica sorpresa.

Echo de menos a mi padre vistiendo unos tubos con espumillón verde, que acababan convirtiéndose en un maravilloso árbol navideño, rematando sus ramas con garbanzos envueltos en papel de celofán rojo.

Echo de menos a Pippi Lamstrumg que era posadera, al pavo del belén mas grande que los soldados del rey Herodes. Al río de papel de albal y a las montañas de corcho.

Echo de menos a mis tíos que montaban teatrillos y revisaban las letras de los villancicos.

Echo de menos rascar con un tenedor una botella de anís. Anís de los borrachuelos y los roscos caseros. 

Tocar las castañuelas con la familia, al borde de un colapso colesterolero.

El ritual de sacarle el hueso a un jamón.

La cocina como centro del mundo, cálida, aromática.

Las delicatesen de mi madre, los rulitos de lomo empanados con queso y jamon, el cóctel de gambas, saciante y sin artificios. 

Echo de menos la comida navideña como red de afectos. 

Ir a casa de mi tía con la bata y los banquillos de la cocina. 

Las delicadas bolas de cristal del árbol, con paisajes invernales que no conocíamos.

A mi primo atronando con su trompeta de arcángel y al apuro de mi madre porque las bengalas quemaban los manteles.

Echo de menos las zambombas, las sonajas, la misa del gallo y las cabalgatas afanadas recolectando caramelos.

La alegría de las calles, de las luces.

Echo de menos la seguridad en los afectos, la protección, la bonhomía, la dulzura.

Seguramente, lo único que echo de menos es mi infancia.

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CALOR DE HOGAR

Las placas solares, son un gran invento. Los hogares gélidos, una gran desgracia.
Los climatizadores, las estufas. Esas mesas camilla con el brasero……uuuuuuuuuuh que no te quieres levantar aunque te aburra el monopoly o tengas un pipi loco. Toda la vida. Toda, todita toda, te has quitado el frio con los jersey.
Y un día, ese día….llega un día (o no) que tienes una chimenea en el salón,   una de las grandes, cosas de la vida, esa vida, que te quita y te pone lo que le va pareciendo.

YUJUUUUUUUUUUJUUUUUÚ fuego, el fuego primigenio de los ancestros, y te apañas con los troncos, y aprendes a disponerlos, y lo disfrutas………..y la vida cambia, las llamas bailan, la casa pierde el frio. Haces castañas asadas, chorizos, carne pan,....... todo a la leña, riquisimo, no hay ingrediente mejor que buen fuego y buen compañia.

Y se te olvida. Se te olvida todo. La disposicion de los troncos. Donde coño arrumbaste la trébede. Y la chimenea se convirte en una cosa huera e inutil.Un artefacto vacio en mitad de la estanteria.

No has olvidado a las compañias, pero no los requieres, no los llamas, no te atreves, ha pasado tanto tiempo. Igual no es el momento, igual los incomodas.....vete tu a saber.

Y ya no sabes cómo encender el fuego. A pesar de los troncos de olivo, del hogar dispuesto y de la gente expectante…… no prende, el fuego no sube, la leña no arde.

Y se buscan momentos de felicidad en los ecos remotos, esquivos, distantes. Se ruega a los Lares para que el dios fuego se presente. Se hace memoria, recuperar el tiempo perdido cuando el calor tenia significado. Amigos. Sueños. Castañas. Futuro.

Y los leños deciden arder, cuando las personas deciden dormir. Pero la leña ardiendo no solo da calor en grados, los troncos arden rápido, la noche transita despacio, los satélites parecen que no se mueven y el frio de las estrellas es inamovible, prístino e inalcanzable.

Las criaturas humanas se calientan en el fuego mirando las frías estrellas. Y recordamos el calor de los amigos. Lo recordamos, porque lo tenemos.

Y sigue la vida.

Inasequibles al desaliento, como la  pequeña cerillera, frotamos dos palitos para calentarnos.

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