HIJOS DEL ESTABLO


Contaba mi padre, que como ya he dicho varias veces, era un hombre sabio, una historia de esas apócrifas, sobre el inicio del mundo.

Adán y Eva estaban ya expulsados del Edén, y tenían una considerable caterva de descendientes cuando Dios (que parece ser un tipo que se aburre mucho y con un sentido del humor, cuando menos, peculiar) decidió hacerles una visita.

Dios, educado, por supuesto, avisó a nuestra primera familia, pero con poco tiempo.
- Eva, que dice el Señor que se va a pasar a ver como nos va.- Dijo Adán un día, así como quien no quiere la cosa.

Eva, que echaba de menos las ventajas de no parir, ni de partirse la cabeza con lo de, que hago mañana para comer, decidió ofrecer el mejor aspecto posible (pasaporte pal Edén again please), y pensó que para ablandar tan omnipotente corazón, nada mejor que una imagen feliz de la infancia, así que, apresurada, se lió a poner presentable a la chiquillería, que diligente había tenido con Adán. La necesidad de procrear estaba en auge. Esto pasaba mucho cuando no había tele, ni Facebook, ni futbol, ni pilates, ni anticonceptivos, ni ná de ná.

A lo que íbamos, que se puso a ponerlos monos, peinaditos, lavaditos, procurando que no mancharan la ropa, que a esas alturas serian unos taparrabillos de cabra o vaya usted a saber….. Pero los críos, que en todas las épocas y clases han sido más o menos iguales, no paraban de revolverlo todo. Y la diligente Eva no dio abasto con tanto enano malandrín.

Así que, tal como si la visita, fuera la de una suegra, Eva escondió en el establo a los chiquillos desaseados y se dispuso a recibir a tan importante visita.

Dios, religiosamente puntual, llegó, saludó, se arrellanó en el sitio de las visitas y se puso a hablar de sus cosas mientras los niños se desesperaban guardando las formas.

Después de un buen rato de: “la nebulosa de ojo de gato me ha quedado guays” “voy a ver si pongo un desierto en mitad de Australia” “Me he inventando un bicho nuevo que vuela en el mar….” Y cosillas de esas, el señor pensó tener un detallito con los anfitriones (no había llevado nada porque entre estrellas y pingüinos se le había olvidado crear las pastelerías).

“Muéstrame a tus hijos” -Dijo poniendo la voz campanuda que corresponde a cualquier demiurgo que se precie. Y Eva le presentó a la parte presentable de su progenie.

Magnánimo, el visitante inició la distribución de dones: - Tú tendrás astucia, tú dirigirás naciones, a ti te serán dados grandes poderes, tú conseguirás que la gente te siga,……
Bla, bla, bla, repartiendo dones, como paquetes de gusanitos, entre los ilusionados chiquillos.

Mientras, los del establo, aburridos como putas ostras, habían forzado la puerta y salieron dando gritos de alegría, que ya estaban hartos de tanto encierro.

Irrumpieron casi al final del reparto, y se arremolinaron en los brillantes pliegues de las faldas blancas del creador, curioseando como gorriones.!!!! Abuelooooooooooooo!!!!!.

.-¿Y estos?

Estos, Mi Señor, - comentó Eva toda apurada- son mis demás hijos, ¿Puedes ofrecerles algún don a ellos también?

Dios miró aquel manojo de caritas expectantes y churreteadas, y calculó lo que ya había otorgado y lo poquito que se le ocurría (ya sabemos que de imaginación, como con lo del humor, raro, raro). Así que en vez de comentar algo más superficial sentenció:
.- ¡Estos, se lo van a currar para que los otros alcancen lo que yo les he otorgado!

Y después de bendecir a todita la familia, pilló puerta, y se fue.

Desde entonces, los hijos del establo, con sus manos, empuñaron arados, armas, escoplos, sierras, araron campos, levantaron pirámides, mezquitas y catedrales, hicieron calzadas, soldaron transatlánticos, colonizaron desiertos, pusieron vías, perdieron batallas, crearon imperios, pastorearon ganado, reconstruyeron naciones, inventaron cañones, imprimieron libros, los leyeron, los quemaron, y poblaron la tierra.

Caín, con sus mofletes y su ropilla impoluta, sonreía.

A Dios no le volvimos a ver el pelo.

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PUNTASSO DIVINO


Pues eso, que andaba yo por mi pueblo, avituallándome correspondientemente de cosillas de cuaresma, bacalaos, cebolletas, pan cateto….. cuando me ha dado una bofetada de incienso en las narices.

Localizo la tienda, sin ínfulas de esoterismo espiritual, mas bien podía haber sido una mercería o una tienda de tallas grandes. Cuatro marujis dentro haciéndole cucasmonas a un bebé con pintas de espabilao que tiraba de espaldas y poco más.

Y eso es algo que echo tremendamente de menos.

Desde que mi cuerpo serrano, dolorosamente, activó el programa de no-semana santa, una de mis cosas mas añoradas (aparte del Lacrima Cristhi de la Casa del Guardia esperando el cruce del Mena con la Esperanza y de las cañas del Alaska esperando cualquier cofradía, según el día y la hora) era el delicioso olor a incienso, y allí lo tenía, a mano, sin complicaciones comercio- espirituales en el escaparate.

Bueno si, bolas de cristal, figurillas de hadas erótico-festivas, pero, la normalidad se imponía por encima de todas las zarandajas, que para eso estamos en zona rural…. un inmaculado olor a incienso. No a esas varitas expósitas con pretensiones. A incienso del de verdad, ese que se les quema a los dioses desde que el hombre es hombre, el del gran Amón Ra y el de la Esperanza…..incienso de toda la vida de Dios (jejejejejeje).

Así que nada, que entro, que me rio un rato con el chaval, comparto cuatro frases hechas con las mujeres de por allí (que mira tú con la edad que tiene, que ya te arrepentirás de no habértelo comido, mira el tío como se fija) y le pregunto a la solícita propietaria que es lo que está quemando y cómo. Atenta, encantadora y pragmática, me lo explica, con la misma frescura que si le hubiera pedido una receta de torrijas, y me cuenta lo de limpiar energías negativas con la misma actitud de como sacarle brillo a las catalanas del porche, o de como hacer el potaje de garbanzos, le replico que a mi, lo de las energías negativas, ni fú ni fá, que lo que me gusta es ese maravilloso olor, me contesta que off course, pero que lo queme de dentro pafuera. Pos bueno, pos vale.

Me lo vende, y después de una cocinamarathon con mucha cebolleta, mucho bacalao y mucha miel de caña….me pongo a lavar platos, y me acuerdo del incienso, y lo busco, y lo prendo, y alucino de colores con el olfato, que como todos sabemos es el mas evocador de los sentidos. Y vuelvo a mis Semanas Santas de infancia y primera juventud, y con esto de las evocaciones, me acuerdo que en Egipto compré mirra, que la tengo en una cajita de lata por ahí por algún aparador, escondida entre copitas……..y ya que estamos……..!La leche! Que bien, incienso y mirra……. Wonderfoul ¡Su puta madre! Así, sin oro ni ná.

Nunca ha sido tan gratificante dejar la vajilla limpia.

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