AMSTERDAM


Además de los canales, preciosos, de las casitas larguiruchas y apretujadas, geniales, las bicicletas, superabundantes, la maría, que te asalta la nariz cada tres pasos……….es una ciudad desconcertante.

Siempre he tenido el concepto de las ciudades de la Europa no mediterránea, como si estuviesen habitadas por gentes con desordenes obsesivos compulsivos. Sitios como Ámsterdam me los imaginaba envueltos en un placido orden prusiano, limpio y definido.

Sorprendentemente, no.

El primer día, la estación central, un edificio majestuoso y bello, pero por dentro es un batiburrillo de gente y comida rápida, como un zoco postmoderno extraño. Si la atraviesas y sales a la parte trasera hay una pátina decadente-industrial que lo envuelve todo. Cadáveres de barcos que flotan a duras penas, y otros que flotan y funcionan sin que quede muy claro porqué.

Los ferris matemáticamente eficaces van y vienen transportando a un catalogo infinito de personas: los turistas con sus eternas mochilas y mapas, en sus flamantes bicicletas de alquiler, los currantes con sus canastillas delanteras hechas con cajas de cualquier producto, las chicas, en muchos casos, las llevan con ornamentación floral como ninfas sobre ruedas…… atuendos deportivos, arregladitos para salir, ropa de trabajo, gentes de todas las etnias, es la democracia del transporte publico, en una ciudad donde SI lo usa todo el mundo.

Pero con esto de que voy y que vengo, que cojo el mapa al revés y me pierdo, he estado en sitios donde la gente vive en contenedores, no en esos que han convertido en coloridas viviendas, sino en los que se quedan arrumbados en los polígonos fantasma de los puertos.
Naves abandonadas sobre un paisaje postapocalíptico donde el oxido va uniformando el paisaje.

Después llegas a la parte turística de la ciudad, y la miras con la cordura, libre de los efluvios de cerveza y porros; los copetes orgullosos de los edificios, con sus adornos, sus fechas y sus poleas para las mudanzas, los adoquines marrones y los cisnes palmeando perezosos e indiferentes por la tranquilidad del canal.

Ámsterdam es mágica, dulce y bulliciosa y sobre todo es una ciudad viva y así te hace sentir, te sientes viva mientras pedaleas con una sonrisa manchada de chocolate de gofre por los puentes del canal de los caballeros.

  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • RSS