CRONICAS UNIVERSITARIAS. CAPÍTULO XI. DIAS DE CINE


Desde que me he zambullido en la rutina de estudiar, mis días son como una lista de películas.

Me levanto muy, muy temprano (Amanece que no es poco) y después de la perceptiva ducha y desayuno, salgo al monte, con una linterna a pasear a mis perros (El proyecto de la bruja de Blair), a veces me llevo algún que otro sobresalto en la oscuridad cuando escucho ruidos raros, pero no puedo hacerlo a otra hora.

Pillo el coche (Chitty chitty bang bang) me pongo en marcha (Carreteras secundarias) y cruzo los dedos para que esta vez no tengan que venir a rescatarme los señores de la grúa. Una de mis mediocres aspiraciones es tener un coche, ni siquiera nuevo (Herbie), me conformaría con que marcara 80 o 100.000 km en el cuentakilómetros, y que siempre pudiera disponer de medio tanque de gasolina. Pero lo mio con los vehículos va por otros derroteros (Mad Max).

Por fin llego a la facultad y me instalo cómodamente en la cafetería (Cheers) que es el sitio con la temperatura más acorde a la mía.

Saco mi mini portátil, (El chip prodigioso) y procedo a abrir el campus virtual para comprobar tareas pendientes y calificaciones (Pánico en la red).

Aunque intentes concentrarte, siempre hay conversaciones que acaban atrapando tu atención (Espías como nosotros), sobre todo cuando se reúnen en una mesa unos pocos de Derecho (Los otros). Es increíble con que aplomo y seguridad dicen algunas tonterías (Mentiras y gordas), supongo que les falta trayectoria vital, o a lo mejor vienen así de serie.

A lo largo de la mañana llegan mis niñas (Ángeles y demonios), y comenzamos a ordenar apuntes y powers (Dentro del laberinto). Cuando por fin pongo un poco de orden, verifico todo lo imprescindible de estudiar para el examen (Vértigo).

La época de exámenes es lo peor de toda esta historia (Asco y miedo en Las Vegas). Te preguntas porque de algunas materias o contenidos y siempre te responden lo mismo “está en el programa” (El gran dictador).

Las tardes son para las clases: atender, coger apuntes y no perder puntada (Las reglas del juego).

Día tras día vas avanzando (Las horas), hasta que llega el insoslayable momento de enfrentarte al examen (Sola en la oscuridad), y deseas terminar de una puñetera vez con el último y dedicarte un fin de semana a no abrir ni un ordenador ni unos apuntes (Días de vino y rosas).

Pero hasta que llegue ese momento (El fin de los días), no te queda otra que hincar codos, un día tras otro, hasta la hora de irse.

El problema, es que como todos los días se parecen, cada vez que salgo, acabo haciéndome la misma pregunta (Colega ¿Dónde esta mi coche?)

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LA SEÑORITA DELIA



No me acuerdo de su apellido, puede que no lo haya sabido nunca, cuando eres pequeña no te fijas en esos detalles.

La señorita Delia era mulata (creo), de la Guayana inglesa, era grandota y desgarbada, pero esto tampoco puede ser cierto porque yo  todavía era una colegiala de trenzas, calcetines altos y falda escocesa, y mantengo un romance peligrosamente prolongado con la amnesia.

La señorita Delia se pintaba los labios de tonos anaranjados, y al terminar la clase se apoyaba en el quicio de la puerta y al ritmo de sus palmadas salmodiaba con ritmo lento: ¡Vayan saliendo pó favoooooooo! ¡Vayan saliendoooooo!.

La señorita Delia era nuestra profesora de inglés, lo único que recuerdo de sus clases es “repeat, please” y “next” cuando quería que siguiera la lectura cualquiera de nosotras en nuestro balbuceante inglés macarrónico güan, tu, tri, tisis mai doj an datis yur cat. Creo que la exasperábamos bastante.

La señorita Delia nos dio clase durante tres años; sexto, séptimo y octavo. Y durante esos tres años se empeñó en que acabáramos leyendo en su idioma cualquier texto. A trompicones y con una desgana más aparente que real, fuimos capaces de leer artículos de periódicos ingleses y cualquier cosa que no estuviese escrita en lenguaje técnico.

La señorita Delia era una buena profesora, y últimamente me acuerdo de ella mucho, como mínimo, dos veces en semana.

Este cuatrimestre tengo una asignatura que se llama Socio-Legal English y si me esfuerzo y le pego una buena limpieza a los desvanes de la memoria es posible incluso que apruebe. No me atrevo a pensar en la alegría si apruebo; habré superado una de las asignaturas-escollos que para mí tiene este Grado.

Y si apruebo, estudie lo que estudie, se lo debo única y exclusivamente al tesón  y a la profesionalidad de la Señorita Delia.

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SOBRE INCREDULIDAD, PASMO Y COSAS QUE NO ENCAJAN


Mariano Rajoy, presidente electo de esta nuestra comunidad, ha publicado sus declaraciones de Renta y Patrimonio de los últimos años.

Por eso y solo por eso, lo tomo como ejemplo. No tengo una especial inquina a los políticos del PP, se la tengo a todos, de una punta a otra de la mezquina gama cromática del arco parlamentario.

Dicho esto, analicemos.

Se gana menos de presidente que de líder de la oposición, como tres veces menos.

Si creemos las declaraciones que este señor y otros han realizado, se gana menos en la política que en lo privado.

Abogados del estado, notarios, registradores de la propiedad, insignes letrados……se tiran al ruedo político ¿A qué?

A trabajar por el bien común, a ponerse al servicio del ciudadano, a construir una sociedad mejor……Artoquieto parao.

Supongamos que cualquiera de nosotros gana seis mil euros al mes (o doce mil, puestos a suponer, que no falte ni gloria), y nos ofrecemos voluntarios al sacrificio de ganar tres, dos o lo que sea menos para dedicar nuestro esfuerzo a labores mas altas.

Así, a vote pronto, me viene la imagen de la Madre Teresa, de Vicente Ferrer y de alguno más, pero no visualizo el careto de ninguno de nuestros queridos cargos electos, ni de los de ahora, ni de los de antes, ni de los posibles futuribles.

Conocemos casos de personas que, con una estabilidad económica envidiable, han dado marcha atrás en la carrera de a ver quien la tiene mas grande y han cambiado rendimientos mas modestos, por tranquilidad, y calidad de vida. Eso es razonable.

Pero aquí nos están vendiendo lo contrario; tengo menos rendimientos a cambio de estar siempre estresado, en la picota, sin horarios y sin vida privada….definitivamente es poco creíble, pero hagamos un esfuerzo y supongamos que nos lo creemos.

¿Dónde están el bien común, la mejora social, el servicio al ciudadano? Si esto es lo mejor que saben hacer, vuelvan a sus despachos privados, ganen mas dinero al mes, déjennos vivir en paz ¡Joder!, a nadie que cumpla tan mal los objetivos lo dejan en su puesto.

Salvo que, no nos lo creamos y deduzcamos que esa no son las metas, sino que la cuestión no es más que la parcela de poder y los beneficios personales que conlleva, opción bastante más realista y ajustada a los resultados que padecemos a diario.

¿De que nos sirve poder acceder a las declaraciones fiscales de Rajoy, de Zapatero, de Aznar, de González…..de ninguno de ellos?

¿Han bajado su nivel de vida en el paso de lo privado a lo público? No. Eso suponiendo que lo privado sea pre, que no siempre es así, normalmente es post, y no es más que otro añadido al beneficio  de ejercer en política.

Resumiendo y puestos en este punto ¿Por qué debemos creernos que lo que declaran en esos impresos anuales, son los únicos beneficios de su cargo? ¿Por qué se piensan que somos tan gilipollas para creerlo?

Hablando en plata y tal como lo diríamos en mí barrio. ¡Déjate de papelitos que lo que salta a la vista no necesita anteojos!

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