MANOLO SE VA


Hoy salgo mas tarde que tenemos reunión.

Una frase anodina y puramente informativa.

Pero no. Me paso más tarde, y veo a mi hijo, al que no había visto llorando desde los tiempos de la infancia, desconsolado, sentado en los escalones de la piscina, esperándome.

Parecía como si le hubieran dado una patada en el estomago. ¿Qué pasa? – Le pregunto mientras que se me ocurren dos mil posibilidades en medio segundo, y él me contesta bajito, ronco y sin mirarme. – Manolo se va.

Manolo se va, tres palabras solo para que se hunda parte de lo que siempre ha sido su mundo.

Manolo se va, ¿Se va donde? ¿Cuándo? ¿Para qué? ¿Cuánto tiempo?

De lo poco que me explicó, deduzco que se va a Madrid, con una beca, a perfeccionar su curriculum profesional. Manolo se va y deja a un puñado de hombretones llorando con la sensación amarga del abandono.

Le explico que es normal, y que debería alegrarse por él, es una gran oportunidad y no puede desaprovecharla.

Le cuento que una parte importante de madurar es saber asumir las perdidas.

La mayoría de la gente que quieres, al final, acaba saliendo de tu vida. Y cuando es para algo bueno, es mejor alegrarse. Me pongo a argumentarle un montón de cosas mientras conduzco, pero en mi cabeza solo me martillea un “Manolo se va”.

Y mientras intento consolar a mi hijo, se me pasan flashes de los interminables kilómetros en autobús. Y antes de eso, de la caravana de coches de padres por la autovía. De todos los padres gritando en la grada cuando han expulsado a nuestro entrenador (¡Árbitro cabrón! ¡Si es el entrenador más prudente de la liga!). De las galletas de chocolate de contrabando. Del rapeo en el parking de la piscina de Jerez mientras nos comíamos los bocadillos, las coreografías con Magdalena poniendo a bailar las banderas. - ¡Manuel no le pegues a los niños, que eres peor que ellos!

Para los niños un amigo, un guía, y a ratos su peor pesadilla. Para los padres, el más mayor de nuestros hijos.

Manuel, que si por él fuera los niños caerían de la cama a la piscina.

-¡Manuel! Que hay vida fuera del waterpolo.

Horas y horas, durante años, sentada en el coche en medio del frio, o charlando con los otros padres, fumando a saltitos para combatir la hipotermia, mientras salía Manolo con los niños a las tantas de la noche.

¿No te has secado el pelo? (Caponazo).

Manuel ha ido desenrollando una alfombra de compañerismo y esfuerzo por donde los niños han ido caminando hasta los campeonatos de España una y otra vez.

Manuel le ha regalado un capitán a la selección nacional juvenil (estamos todos tan orgullosos de Rafa).

Manuel cogió un puñado de infantiles disparejos y ha formado un equipassssso de cojones.

Pero ahora debe irse, y todos debemos alegrarnos por él.

Ahora es misión del equipo seguir con el trabajo, no tirar por la borda tantos años de esfuerzo. Poner en práctica lo aprendido. No rendirse, no desmotivarse, seguir luchando para ser los mejores hasta el final.

Estamos en la era de la información, da igual que Manuel este en Madrid estudiando o en Estambul comprándose una cachimba, no va a dejar de estar pendiente de vosotros (ya sabeis lo “apretaito” que es el muchacho). Tenéis el Tuenti el Facebook , el Messenger, los móviles……

Hemos sido todos muy afortunados por haber compartido todos estos años. Cada uno desde su sitio, nos lo hemos currado y lo hemos disfrutado mucho. Eso es un tesoro que no está al alcance de todo el mundo, y que no debemos ni tirar ni guardar en el cajón de los recuerdos, sino dejarlo que siga creciendo y dando frutos.

No vale desanimarse, ni tirar la toalla, ni montar dramas.

Lo único que vale es seguir en la brecha, demostrar que todo lo trabajado no ha sido en vano, que ya soy lo bastante hombres para haceros responsables de este tipo de cosas.

A ver si así os dais cuenta que el Manuel os ha enseñado algo más que jugar a waterpolo.

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