CITIUS, ALTIUS, FORTIUS, FAIRPLAY Y OTROS MITOS


Como quiera que de una forma u otra siempre acabo estando vinculada al deporte, pues así andamos, con una depresión profunda de por vida.

Noticias de hoy, de la zona deporte, off course : El lio del doping y de la operación galgo, con Marta Domínguez como artista invitada, que por cierto ahora me entero que es nuestra deportista más laureada, sin embargo yo no he visto en ningún momento que le hayan dedicado más tiempo que a algún jugador del Madrid. El futbol club Barcelona que ha firmado un contrato supermillonario de publicidad, algo así como de 30.000.0000 € por temporada. Y una mano de hostias que se han pegado un par de equipos peruanos por un quítame allá ese balón.

Todo esto aderezado con los consabidos simulacros de rueda de prensa, donde cualquier jugador, preferiblemente del Madrid o del Barcelona, es preguntado por alguna ínfima sandez, que ellos a su vez contestan arropados por el telón del photocall, y unas pocas de botellitas en perfecta formación, justificando así la inversión de sus patrocinadores.

Y así un día y otro, y otro, y otro….hasta que la gente se crea que eso es deporte.

Ya he comentado en otra entrada lo que pienso del futbol y de los programas de deporte en general. Pero como seguimos con las mismas, pues me sigo reiterando.

Eso no es deporte.

Deporte es ese pequeño club, patrocinado por Carnicería Manolo y Pepa, sin instalaciones, que entrena cuando los niños salen del cole en mitad del parque del barrio o en los locales de la asociación de vecinos. Ese club que se mantiene rateando y trapicheando a golpe de voluntad, sin ayudas ni subvenciones.

Deporte es ese entrenador, que pilla a su equipillo de alevines y los tiene dos horas todos los días inculcándoles lo que es el trabajo en equipo, sabiendo que no cobrará a final de mes, porque el club no tiene un maldito euro.

Deporte son esas madres y padres, que van a todos los entrenamientos, partidos o competiciones, con sus coches, con su tiempo y su dinero, puesto a disposición de lo que necesite el equipo.

Deporte son esos críos que crecen sin tiempo para nada más que su cole y su equipo y se acaban convirtiendo en adultos estupendos.

En definitiva, eso que sale en la tele es un espectáculo más, a la altura de los programas de corazón y de cualquier otra bazofia tipo reality.

Porque la mayoría de los que se están dejando el pellejo, el tiempo y el dinero en el deporte, saben que nunca saldrán en la tele. Salvo que se acuesten con Cristiano Ronaldo.

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TELETRANSPORTARSE


Literalmente quiere decir transportar a distancia. O sea ir pacá y pallá a tu antojo.

Cuando vives en lo alto de un cerro (bendita paz), pero necesitas hacer algo más que oír a los pajarillos y contemplar el maravilloso espectáculo del mar, el no poder moverte es un hándicap serio.

Romperte una pierna y no poder conducir es mala cosa en estas circunstancias, quedarte sin vehículo, también.

El problema es que estamos malacostumbrados (yo, si), la facilidad de bajar al garaje, arrancar el coche y salir, parece que se da por supuesta, y cuando se rompe la cadena de felices circunstancias que hacen posible un acto tan simple, te cae encima una condena de prisión o de dependencia de la voluntad de otros.

El transporte público de esta zona tiene su propia idiosincrasia. Supongamos que pretendo ir a buscar un libro, estimando que desde que entro en la librería, hasta que salgo con mi nueva adquisición bamboleándose en una bolsita multicolor, ha pasado, pongamos, media hora. Si esto lo hago usando transporte público, necesito dos horas para ir, y otras dos para volver, más o menos. Es decir cuatro horas y media. Me puede la desidia y la pereza. Lo reconozco.

Ahora llevo unos días sin coche, en parte por la gracia de Dios, en parte porque yo también soy muy graciosa y cometí el error de mirar donde no debía y me trague un tarugo de hormigón, de esos de diseño ergonómico.

Estoy empezando a desarrollar la paranoia de un animal de zoológico, ya me queda poco para columpiarme obsesivamente en la lámpara del salón profiriendo grititos guturales.

Realmente, no es que tenga una necesidad imperiosa de salir, cuando vives un poco a trasmano, procuras estar aprovisionada para cualquier imprevisto, pero si tengo la necesidad de saber que puedo hacerlo.

Esta sensación de encierro relativo es paralizante y desagradable, y mis perros son tan poco comunicativos como de costumbre.

Así que enciendo el ordenador, me asomo al Messenger, al Face y al blog pidiéndole a los dioses que por lo menos no palme el ADSL rural.

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