LAS BRUJAS Y EL COLESTEROL


¿Qué interés puede tener una bruja en hacer una casa de chocolate?, Dulce, atractiva.

La bruja se siente sola, y además, no siempre ha sido una bruja. Puede que sea sarcástica, descreída e irónica, pero no es mala gente. Simplemente tiene memoria. Y está harta de leer, sola, sin nadie a quien contarle lo que ha aprendido.

La bruja no nació así, nadie le dijo a su madre, “señora, ha tenido usted una peasso bruja”. No.

La bruja era inocente, chiquita, como lo son todas las personas sin memoria, jugaba, hacia amigas, crecía, estaba calentita, protegida, feliz. Pero el tiempo no tiene amigos, ni aliados.

Tuvo que poner el pie fuera de su paraíso, no sabía de las inapelables reglas del tiempo, tuvo suerte. No sabía del dolor ni de la desesperanza, pero se lo enseñaron.

La lastimaron, la hirieron, y huyo a los bosques. Aprendió a vivir entre los sauces y los ríos, a amar el dulce susurro de los vientos, a ser feliz comiendo bellotas, nueces y raíces. A no estar donde la herían, a no oír lo que lastimaba. Sabía que era un artificio, pero seguía haciéndolo, era mucho mejor que exponerse.

Un día, se sintió sola, echaba de menos las voces, las risas, las charlas amistosas e intrascendentales. Era una bruja muy mayor para meterse en historias de hechizos extraños y otras chorradas, solo quería tener calentitos los pies y el corazón.

Y monto una casa de chocolate, pan, bizcocho, jengibre, caramelo, mermeladas, siropes, fresas……. lo más delicioso, lo más apetecible. Señuelo gustativo preparado para atraer a gente dulce, sencilla, inmediata.

Y vinieron los niños.

Los chicos, con sus léxicos equívocos y sus historias inventadas “en mi cole hay un cocodrilo en la fuente del patio” “mi hermana hace que no encuentre mis lápices”” mi equipo es el mejor del mundo” “mi tía tiene un perro más grande que tu armario”…..

La bruja, los dejaba que se comieran los muebles de praliné y que atacaran la mesa de caramelo con glotonería. Era feliz, se reía, charlaban, hacían palomitas, cogían trozos de las columnas de garrapiñadas, veían películas sin pies ni cabeza.

Pero llegaron las madres, las perfectisisímas modernas madres, versátiles, cultísimas , actuales, impecables. No podían consentir ese exceso de glucosa y fantasía.

Sacaron rápidamente de allí a los niños, tironeándoles de las manos. Manos que normalmente no cogían, y que no volverían a tomar.

La bruja se quedo sola, los niños sin fantasía, la caries controlada, no tuvieron nunca colesterol. Ni magia.

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