De las diez mil veces que quedamos, muy pocas llegan a cuajar.
Este domingo y de carambola, por fin, lo hemos conseguido.
Además, a lo tonto capullo nos encontramos, juntas, relajadas, como hacía mucho tiempo que no estábamos.
Hicimos una burbuja de intimidad, donde no había que mantenerse en guardia, ni sustentar una pose fingida, ni hablar de nada que no nos apeteciera.
Risas, conjeturas, debate y alguna cabezadilla. Chocolate, palmeras y coca-cola.
La perra estirada en su sofá se dejaba acariciar al compas de la conversación.
Fernando Alonso daba vueltas embutido en su cochecito veloz.
Los libros, los hijos, los proyectos, los viajes, los trabajos y los días, y las horas que pasaban perezosas, calladas mientras disfrutábamos del regalo de estar juntas otra vez.
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