No perdí de vista a mi tía siria (la esposa del hermano de mi padre), mientras estuvo en la cocina. Ella llevaba a cabo con ahínco veinte cosas a la vez: lavaba la ropa, chismorreaba con la vecina a través de la ventana, cuidaba de las hijas, etc.; en cambio, no prestaba la menor atención al plato que estaba preparando aquella mañana. Era un viernes y tocaba comer kibbeh, el plato maldito para mi madre, que nunca supo prepararlo tan bien como la bint el haram (la hija del pecado), como llamaba mi madre con rabia a mi tía y por extensión a todas las mujeres sirias y libanesas, autenticas maestras en el arte de preparar estas croquetas.
Por orden de mi madre, anoté todos los pasos que realizó mi tía para preparar la kibbeh, desde el principio hasta el final, sin descuidar ni el mas mínimo detalle. Mi madre siguió al pie de la letra mi “informe” y consiguió una croquetas tan decepcionantes que desistió de volver a prepararlas nunca mas.
Hace seis años estuve en casa de mi hermano. Seguí a mi cuñada libanesa, paso a paso, en la elaboración de la kibbeh. Al final, las suyas eran perfectas y las mías no. ¿Por qué? Dicen los expertos que el secreto radica en los dedos de las manos de la mayoría de las mujeres de estas dos naciones. Yo examiné mucho los dedos de mis primas sirias, las de mi cuñada, su madre y varias mujeres más y no encontré nada en las manos de esas mujeres que las pueda distinguir en algo de las otras. Por consiguiente, se necesitaría mucha imaginación para avalar tal teoría…., aunque a veces no tanta, sobre todo cuando uno aprecia la diferencia entre las croquetas hechas por unas mujeres y las hechas por otras. Y, de esta teoría ni sirios ni libaneses, dudan ni un ápice.
"Aroma árabe"
Salah Jamal
Felicidades por tus 11 años
Hace 19 horas
0 comentarios:
Publicar un comentario