Se van al mar, se van sin saber porque, bailan en honor a Dionisos, y no son conscientes, los astros miran con condescendencia el fuego de las hogueras. Dioses orgiásticos de la primavera y el verano, fecundidad de las aguas, frio en los costados, arena entre los dedos, gritos orgasmaticos retenidos en la garganta. Intimidad ofrecida por el frágil velo de la oscuridad. MP3 enredados en ramas doradas, negras cristaleras modernistas.Dioses de los bosques languidecen en soledad, jovenes dioses del mar, asaltan la vida. Los chamanes tienen neveras. Y no lo saben. No saben de los círculos órficos, de la juventud evanescente, de lo efímero de la fiesta, centauros y vestales al borde del rebalaje. Magia en el planeta, agua, sal, libaciones, fuego. ¿Nadie se va a parar a contarlo? No hay palmeras en lo insondable para los cuentacuentos. Consejas seculares olvidadas. Ritos repetidos sin consciencia. Sabiduría portada en el genoma. Aguas lustrales vueltas a visitar. Sabio Dios Mediterráneo.¿Alguien sabe tañer la flauta de Pan?. Vírgenes de una noche. Inmortales por un rato. Consciencia de la vida, de la cultura, amnesia de la impostura. Ofrendas de plata en el fuego, esmeralda devorada, humos que ascienden al Olimpo con el aroma del mar salvaje. Mal de ojo disuelto y olvidado en la espuma.Fuego, fuego, fuego en la orilla de la mar oscura, impenetrable, inmisericorde madre, que por una vez deja que sus pequeños jueguen al amparo de la noche. Arena. Sal, Noche de San Juan
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