Pelucas blancas tirabuzoneadas, solemnes, lanzan palabras vanas en sus púlpitos inaccesibles. Una cúpula negra, con escamas de pez abisal, escondiéndose tras un surtidor, mientras suena el soul, ¡Qué bueno está el café!.Mochilas, planos, bermudas, guías, autobuses. Un escalón, un saxo, una ceja, una planta, peinetas, un caballo con alas, una promesa, un ángel, un estafador, un adoquín, una menina. En un océano sin mar, Neptuno petrificado se asfixia en una plaza llena de tráfico, añorando un promontorio en el Egeo, individuos de la especie navegan tras el cristal. Las banderas, coloridas, festivas, languidecen con el peso de lo institucional. Crece la luz bajo las sombrillas. Figurantes absortos, diletantes felices. El ragtime adopta texturas de algodón de azúcar, suspendido en las horas de la tarde. Las palmeras, inmigrantes, sueñan con cuentos del desierto. Nomenclaturas doradas, con sabor a menta, refulgen sobre el negro tumulario, apoyándose en el decimonónico púrpura imperial. Agotamiento del viajero buscando las fuentes del Nilo. La electricidad, hecha música, puntea, con sus leves zapatillas, sobre los arroyuelos de poniente. Ese trovador discordante te hará desear no haber pecado. ¿Se puede sentir nostalgia de lo que no se ha vivido?
1 comentarios:
Yo creo que no sólo se puede, sino que es la peor de todas.
Por lo demás, eta guénial cosa ;-
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