Como es costumbre vamos a empezar aclarando (que es gerundio). No intento desacreditar u obviar, ningunear (¡Como odio esta palabra!) menospreciar, minusvalorar (¡otra!) ni desdorar o restar importancia a la condición de víctima. Todo lo que sigue es producto de una cabezonería, sesgo de atribución o estupefacción personal a la disciplina de victimología.
Aclaremos como primera premisa ¿Qué es una víctima? Según el DRAE
víctima.
(Del lat. vĭctima).
Como en los manuales de la asignatura no aparecen ni los bueyes sacrificados en los altares ni el altruismo, nos centramos en el tres y el cuatro.
Y volvemos a reducir el espectro con lo de las causas fortuitas, verbigracia, un poné, si me pego la castaña mortal del siglo por limpiar los cristales del balcón desde un trece en lo alto de la silla del ordenador soy víctima de mi propia estupidez, o imprudencia, pero desde luego si me incluyen en algún libro puede que sea el Guiness de los records no creo que sea en el dichoso manual de la asignatura.
Concretando, vamos a quedarnos con las victimas que sufren a cuenta de la estupidez, criminalidad, imprudencia o mala leche ajena.
Todos estamos expuestos a estas cosas, desde que te subes en el coche, o te toca entrar en un quirófano o estás en la sucursal que el quinqui de turno ha decidido trabajarse esa mañana, y las cosas se tuercen, y tu vida o la de alguno de los tuyos se tuerce y retuerce, y te hacen polvo, y entras a formar parte de la categoría de víctima.
La sociedad te ignora, no te ayuda, no te apoya y no sabes como resetear tu vida. Efectivamente eres una víctima, y si hay foto por medio, igual algún cargo político te da unas palmaditas en la espalda.
El dolor, el resentimiento se enconan, se infectan, se pudren e inundan tu vida. Estas destrozado y solo. Eres una víctima, si, peeeero ¿de qué?
Revisemos el mismo caso, pero en una sociedad justa, que apoya, que ampara, que valida el dolor de lo perdido y que te ofrece todos los mecanismos necesarios para que la vida continúe, por los mejores caminos posibles, sin dejarte a la buena de Dios. Entonces igual te unes a un grupo de victimas por compartir experiencias y porque psicológicamente te hace bien, no porque tengas que reivindicar nada, o exigir nada.
Accidentes de tráfico o laborales, terrorismo, víctimas de delitos violentos, de malos tratos, victimas de genocidio…… Si tuvieran ayudas dignas, reconocimiento y apoyo social, médico, psicológico, institucional, no dejarían de ser víctimas de lo que sea, pero si dejarían de ser criaturas desamparas cual saharaui en Argelia.
No son las circunstancias las que hacen las víctimas, todos estamos expuestos a que nos pase algo, que ya lo dicen las abuelas, donde está el cuerpo está el peligro, pero es la sociedad en la que vivimos las que nos victimiza una y otra vez, desatendiendo, desoyendo, desamparando dejando a las personas a su suerte y a lo que caiga del cielo.
Por eso no creo en la victimología, me parece que es un invento de cuatro iluminados para tener cátedra fija.
En una sociedad justa e igualitaria, la victimología no tiene razón de ser.
Por eso, esos señores catedráticos de nuevo cuño tienen asegurada la cátedra de por
vida, para ellos y para todos sus descendientes.
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