La mayoría de nosotros somos descendientes directos de aquellos hijos que Eva no alcanzó a poner presentables el día que Dios la visitaba para repartir sus dones.
Pero una cosa es ser consciente de tu lugar en el mundo, y otra no desearle un buen cólico a las Maris Poppins de la vida que intentan que te tragues milongas torticeras y envenenadas como si de lacasitos se tratasen.
Nos educan bajo la conformista máxima de que ¨”El dinero no da la felicidad”, cierto, pero adquiere una imitación bastante aceptable.
Cualquier persona medianamente razonable sabe que la riqueza no se compra. Una persona con una vida llena de riqueza, es aquella que ama y es amada, que posee los mecanismos necesarios para percibir la belleza de la vida y la saborea en todos sus momentos, que ha encontrado esa labor, esa actividad, que la hace soñar y sentirse en paz con el mundo que la rodea y del que forma parte. Es una persona inteligente, sensible y poseedora de esa traviesa chispa de alegría que a todos nos hace tanto bien tener cerca.
Una persona libre, es la que tiene dinero. No, no, no, no vale la imagen romántica del personaje espiritual, y andrajoso que camina hacia la puesta de sol lleno de buenas intenciones. Eso es lo que nos llevan vendiendo toda la vida, y es mentira.
Nos dicen que el dinero te llena de obligaciones, de miedos, de amargura y de problemas, como si no tenerlo, conjurara el riesgo de padecer alguno de estos males. Más bien al contrario, cuando no tienes dinero, es cuando aparecen todas esas cosas.
Ilustremos. Una familia, a la que le notifican que tiene un hijo superdotado, o por el contrario, que tiene un hijo con un desarrollo intelectual claramente por debajo de la media. ¿Qué pasa si tienes dinero? Pues que dispones de todas las instituciones, en cualquier sitio del mundo, donde puedan estimular las capacidades de tu hijo, y se desarrollará hasta donde su cerebro sea capaz de llegar. ¿Y si no lo tienes? Pues se quedará en el colegio donde el precio de la gasolina y tus horarios de trabajo te permitan llevarlo, frustrando así un abanico de posibilidades que posee en su interior y que difícilmente se verán potenciadas. La angustia inicial de los padres, puede que sea la misma, su actitud ante este problema dependerá de si son personas con riqueza interior, el desarrollo de los acontecimientos, no. Eso depende de una sola cosa, del dinero.
No toco el tema del divorcio, de la vida en pareja, porque las estadísticas ya son bastante elocuentes de por sí, desde que estamos en crisis, no nos divorciamos. Sin comentarios.
¿Y el cuidado de los ancianos? ¿Y la posibilidad de viajar? ¿Y la tontería esa de: “pobrecito…(aquí podéis poner el primero que se os venga a la cabeza) que tiene que ir a las fiestas y a los viajes sin ganas, eso no es vida?. Nooo, vida es no llegar a final de mes y cargarte todas las noches un par de horas de teletienda porque la espada de Damocles del paro da bastante insomnio.
Nos ponen como ejemplo a personas que habiendo recibido un premio de lotería o similar, se dedican a cumplir sueños estúpidos y carísimos que los vuelven a la pobreza en unos pocos de años. Como si saber administrar bienes fuera potestad exclusiva de los que ya los traen en la cuna. Como si ninguna de esas personas no se dedicara a meterse su herencia por la nariz o a dilapidarla en absurdos aun peores.
El dinero no da la felicidad, porque esa es un regalo que nos damos a nosotros mismos y a los demás. No da la riqueza, porque eso también es un tesoro interior, pero da la libertad.
Libertad de escoger sin tapujos, de aliviar las angustias diarias, de mejorar la salud, de iniciar proyectos, de hacer planes………….
Siempre que escucho a alguien decir “yo no quiero tanto dinero, no sabría qué hacer con él”, contesto, yo sí, así que si te toca el bote me lo pasas.
Prefiero ser el cadáver más rico del cementerio, a que mis herederos tengan que hipotecarse para poder enterrarme.
1 comentarios:
Eres la leche Aelita!!...
No sabes como disfruto con tus apreciaciones de la p..a realidad.
Un abrazo guapa! Y gracias por compartir.
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