Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas.
Después, de entre las criaturas de Dios aparecieron los científicos, y enunciaron la teoría del Big Bang. Parece bastante razonable, si conseguimos no apabullarnos por lo desmesurado de las cifras.
De ese cataclismo, nacieron los planetas, las galaxias, los agujeros negros, la materia oscura, las supernovas…..y toda esa belleza con la que nos regala el cosmos y en la que vivimos inmersos.
Si nos circunscribimos a nuestro pequeño rincón, nacieron las bacterias, las flores, los tiranosaurios, las gambas y las musarañas….y nuestra especie, tan estupefactos con la variedad que no se nos ocurre nada mejor que irla eliminando.
No somos más que una forma de vida basada en el carbono, compartimos partículas con el cometa más lejano que peregrine por los límites del universo.
Un puñado de elementos en una combinación afortunada que va dando lugar a la vida.
Y si seguimos aumentando la aproximación, nacieron los tejidos, los músculos, los huesos y la sangre, de nuevo con el mismo material del universo.
Y replicando, replicando, llegamos a las células madre embrionarias.
Como pequeños génesis en potencia están preparadas para todo, pueden generar un corazón o una oreja, un trozo de piel, un pulmón.
Siempre me pierdo con estas cosas científicas, pero hay un paralelismo muy claro (para mí que no entiendo de células ni de astronomía y lo veo todo a grandes rasgos).
¿Son las células madre embrionarias réplicas de un Big Bang biológico?
¿Es el sitio por donde se tocan lo macro y lo micro?
¿Nos ayudara el estudio de unas a comprender el desarrollo del otro?
Lo dejo, que ya me echa humo el cerebro, porque aunque no seamos más que polvo, y remedando a Quevedo:
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo replicado.
0 comentarios:
Publicar un comentario