JAPI BERDEI TUMIIIIIIIIIIII

Otro cumpleaños, la verdad es que llegas a una edad que no sabes cómo tomarte las felicitaciones.

Hace mucho tiempo que ya no me da alegría, más bien es una fecha estipulada para hacer balance, a pesar de eso me ha hecho mucha ilusión que alguien se preocupe de ponerme una tarta con sus correspondientes velitas de colores. No todas las perceptivas, porque hubiera sido un pastel demasiado grande y no habíamos tantos comensales.

Después he vuelto a casa, por supuesto allí nadie sabía que era mi cumpleaños. Es lo que pasa cuando las personas andan todo el día con la cabeza llena de cosas importantisísimas.

Hubo un tiempo en que le encargaban a alguien mi regalo, para no molestarse en comprármelo. Pero de eso también hace muchos años.

En otras épocas, me felicitaba la interventora de mi banco y el erizo de Génesis (Asumbaué de los cohones).

También, me han montado alguna fiesta sorpresa en mi casa con la que estuve hasta las tantas de la madrugada fregando platos.

Creo que he atravesado ese delicado meridiano que te coloca por encima del bien y del mal, lejos de las consideraciones de los demás.

Me miro al espejo, y no es que este encantada de conocerme, pero tampoco me desagrada lo que veo. He firmado pactos con la rabia, el rencor y la mezquindad y he conseguido un espacio de paz para mí misma.

Así que en mitad del caos acostumbrado en mi salón, me siento al teclado, me abro una cerveza, me he regalado un triciclo con un timbre reluciente y tarareo bajito, cumpleaaaaaaaaaaños feeeeeeeliiiiiiiiiiiiiiiz.