La verdad es que no sabía si iba a poder !Tengo tantas cosas que llenan lo cotidiano! Por una afortunada conjunción de astros, al final pude sacar tiempo, e incluso encontré aparcamiento para el coche.
Entramos en la sala, hacía calor y acusaba el deterioro de los años. Saludos y charlas insustanciales antes del concierto. Con un poco de retraso, empezó la música.
Seguramente, para esos músicos y esa voz, solo era un ejercicio mas dentro de su carrera, no sé lo que fue para el resto del auditorio.
Dicen que el olfato es el más evocador de los sentidos, sin embargo, ayer fue la música la diosa total de la evocación.
A mí se me desdibujo la sala, de pronto estábamos en uno de los grandes salones del Waldorff Astoria, en una época, suspendida en el tiempo donde era posible la sofisticación, donde el gran Carusso, exigía el respeto de oírle sentado.
Acariciando y golpeando teclas, ese piano nos llevo a Broadway, a Rio, a Manhattan, nos vistió de hermosos trajes de lamé, bailando como una Ginger Rogers cualquiera. Sam se afanaba con el teclado mientras Bogart mascullaba borderias en el Rick´s. Cantamos con pajarillos de tinta de colores. Soñamos con la sonrisa de Sachmo, apoyada en los balcones de Bourbon Street, viendo pasar la cabalgata de Mardi Gras. Emprendimos un camino hacia el otro lado del arco iris, y otro hacia el abismo del alcohol, sumidos en tiempos tormentosos. Lloramos por las favelas buscando a Eurídice. Y hasta hubo un momento en el que fuimos un montón de dibus descerebrados huyendo por Los Ángeles.
Fue un autentico regalo, un paréntesis donde no te acuciaba ni el tiempo ni el espacio, un viaje vivificante a todas las historias, a la mía propia, sumergida en las melodías que me llevan acompañando toda la vida.
Gracias a todos, gracias Auxi, gracias Julián.
0 comentarios:
Publicar un comentario