CRÓNICAS UNIVERSITARIAS CAPÍTULO VIII. MISCELÁNEA DE SABERES ADQUIRIDOS


Después de una bonita maratón de conceptos, teorías y conocimientos varios, hago balance en mi cabeza y me encuentro esto.

Había una vez una lata de Cocacola zero que vivía feliz en su pequeña comunidad cultural con sus instituciones bien definidas y con su huerto autosuficiente, pero alguien, estudió las tasas de rendimiento de los huertos particulares y cambió su mundo. Se vio arrojada a los suburbios de una gran ciudad donde vivía en condiciones poco recomendables pero cerca del cinturón industrial donde trabajaba.

La lata le tenía echado el ojo a una coqueta botella de agua mineral, que sabia cantar "I feel good....tararararan" con mucho desparpajo mientras contorneaba su decimonónico polisón de este a oeste, pero la botellita no tenia ningún interés en compartir institución social con la lata, así que le dio bonitas calabazas.

En mitad de un ataque de anomia, nuestra pequeña latita se fue a las islas Trobiand e hizo el salto del ángel desde un cocotero de 20 metros.

La coqueta botella infirió la hipótesis de que la lata había desaparecido de su vida porque estaba a punto de dar a luz, y fue mama de un esponjoso mollete de Antequera.

El molletillo, que crecía un poco a la buena de dios, con su bailarina madre y la ausencia de padre, estaba rodeada de factores de riesgo, tenia muy pocos de protección y era autoeficaz para casi todo, irremisiblemente, comenzó a tener contactos diferenciales con unas ciertas subculturas que definió su identidad social, se volvió cani, como Fidel que después de toda una vida de uniforme, le ha dado por los chándals. Así que el mollete le envió un bonito medallón del Che Guevara, hecho con despojos postindustriales, para que el comandante lo luzca con su nuevo look.

A pesar de eso, creo que lo he aprobado todo (supongo).

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