COMO EL AMOR MISMAMENTE


Una cita a ciegas, bueno, a ciegas, ciegas no, que ya nos conocemos de hace tiempo, solo que no contaba con encontrarnos.

Me proponen hacer el Camino de Santiago, acepto, y así a lo tonto capullo, me encuentro inmersa en un torbellino de sentimientos de los que ya casi ni guardaba recuerdo.

Todo el día con la sonrisa tonta estampada en la boca, con la cabeza en los caminos del norte y con el corazón pegando brincos de alegría.

Como para cualquier cita, hay que hacer planes, muchos planes. ¿Cuándo quedamos? (¡Que nervios!) pues al final de primavera, ya casi entrando el verano, buena época para caminar sin los rigores del invierno ni las canículas estivales.

¿Qué me pongo? No sé, no sé. Punto delicado donde los haya a la hora de cualquier cita, no se pueden defraudar las expectativas, hay que ir preparada para cualquier contingencia, pero no recargada ni con cosas superfluas.

Zapatos, zapatos, ¡Ay ayyyyyyy, el tema zapatos! Me compro unas botas flexibles, fuertes, me lastiman, las aparto. Es curioso lo que se aprende con estas cosas, de las botas yo esperaba que me ayudaran a avanzar, que me acompañaran y protegieran mis pasos (que es más de lo que espero de la mayoría de las personas en general), me han lastimado, y ahora busco una persona para la que sea el calzado idóneo, que me costaron lo suyo y no están los tiempos para ir tirando buen calzado por un ponme aquí unas ampollitas, pero desde luego no vuelven a mis pies. Esto mismo normalmente lo practico con las personas. Me haces daño, fuera, y pelillos a la mar, y hay gente que me dice que no es así, que hay que dar más oportunidades, si hombre, claro, para que te destroce los ligamentos.

Creo que no tengo espíritu ni de virgen ni de mártir, así que las cosas que hacen daño, fuera for ever sean botas, amigas o maromos.

Me zambullo en la red, busco rutas, albergues, comentarios, consejos, mapas……………horas y horas contemplando fotos, extasiada, anticipándome al deseado momento de transitar por los caminos milenarios.

Todavía faltan unos meses, pero ya intuyo esas pequeñas sensaciones, y me relamo de placer solo de pensarlo, el cansancio compartido al terminar la jornada, las charlas con desconocidos, el beso de cerámica de las tazas de ribeiro, ese temblor de la piel en las primeras horas del día, al iniciar en camino en la frescura del amanecer, la textura rugosa y solemne de los cruceiros. El estremecimiento por la espalda con esa gota, que la lluvia fina y burlona, ha conseguido colar por entre el pelo de la nuca, el sol calentando y cubriendo unos hombros cada día más dorados………..!Que ganitas tengo!

Me levanto temprano, para entrenar con todas estas cosas en la cabeza, y despreciando ese pequeño zumbido de dolor en las rodillas, en cualquier momento me asalta la sensación del olor húmedo del musgo de las piedras, (y sigo pasmada sonriendo y haciendo mis cosas), ¡Ese pan gallego!, esos pueblos pequeños y esos recovecos sombríos.

La verdad es que lo suyo seria completar el rito hasta Fisterra y bailar desnudos alrededor de la hoguera, pero no nos da el tiempo para tanto, ¡lástima!.

Estoy segura que a pesar de los inconvenientes lo voy a disfrutar muchísimo, solo se me plantea una duda ¿Es una herejía hacer el camino por motivos hedonistas?

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