CONSIDERACIONES Y COARTADAS


Comentaban ayer en la radio, que las grandes compañías tabacaleras hacen campaña para difundir por la población lo dificilisssssimo que es dejar el tabaco. Parece ser que no, que no es para tanto. Puede. Pero a mí me está poniendo en el punto de digievolucionar a basilisca de mi casa.

Por lo menos tengo la suerte de no vivir en zona urbanizada, es decir, para comprar tabaco tengo que desplazarme en coche, eso es bueno. Pero mi marido fuma, ayer le robe un cigarro, eso es malo.

Voy al gimnasio, de los nervios por no haber fumado, y me enfrento a las maquinas con el furor de la prima vigorexica de Jean Claude Van Damme. Eso es malo porque cualquier día me busco yo solita una lesión.

Me paso el día masticando chicle compulsivamente. Eso no sé si es bueno o malo. Y con hambre, maravillosamente saciada por las dos mil chorradas sobrantes de las navidades, todas susceptibles de poner en una tostada. Eso es malo porque me estoy poniendo ciega de canapieses varios, bien regados de Coca-cola.

Me planteo una ayuda farmacéutica. Eso, seguro que es malo, a ver si voy a saltar de los brazos de la nicotina a los del Rey Lexatin.

Otra posibilidad es que acabe bulímica perdida, comprando tartas para poder asaltar la nevera de noche, en mitad de un ataque de ansiedad. Eso es rematadamente malo.

Reconsidero lo de dejar el tabaco, si ya no se puede fumar en casi ningún sitio, pero al precio que lo han puesto los cabrones estos, me molesta seguirles el juego, además cuando me voy al monte con mis perros, subo más y resuello menos. Eso es bueno.

Nunca he tenido un carácter especialmente dulce, pero ahora estoy sensiblemente más borde con la privación de fumar, intolerante, protestona, molesta. Eso es malo.

Calibro, sopeso, replanteo… ¿Qué tiene de bueno dejar de fumar?

¡Ah sí! Lo de la hucha. El problema, es que miro la hucha, con calculada avaricia, pensando que cuando tenga suficiente dinero, me voy a comprar un cartón de tabaco, y me lo voy a fumar mirando al mar con una sonrisa beatífica soltando humo por mis, por fin, relajadas fauces.

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