CRONICAS UNIVERSITARIAS. CAPITULO III. COPISTERÍA, REPROGRAFÍA Y ESTRESS


Hoy haremos mención al bonito y creativo tema de los apuntes. Nunca puedes estar segura si los tienes todos, o si los que tú has pillado en clase a vuela pluma son lo bastante claros, o lo bastante completos. Terrible duda donde las haya, porque, a ver, ¿Qué pasa se te ponen en un examen eso que no te dio tiempo a apuntar o que no tienes fotocopiado? ¡Qué angustia! ¡Que agobio!

Mis jóvenes condiscípulos, que están más puestos en estas lides, lo suelen gestionar con más soltura, así que cada vez que le veo a uno un puñado de fotocopias, lo acribillo a preguntas ansiosas: ¿Eso de que asignatura es? ¿De qué tema? ¿Cuándo lo han dado? ¿Qué carpeta es? ¿Cómo puedo conseguirla? Invariablemente la respuesta es: .- En la copistería.

¡Jo! ¡Mierda! ¡Otra vez! Tenemos muy poco tiempo entre clases, la copistería no abre hasta que no hemos empezado la primera, y normalmente tengo que salir pitando después de la última, así que tengo que hacer virguerías para conseguir los dichosos apuntes (como casi todos).

Salgo corriendo, hay poca gente (¡bien!) miro la lista de los apuntes que los distintos profesores han dejado para nuestro curso, me vuelvo hacia el mostrador a pedirlos y ¡Oh sorpresa! Chorrocientos mil alumnos pugnando por llegar al mostrador, como los náufragos del Titanic a la vista de un bote salvavidas, pidiendo sus carpetas y sus apuntes.

Tengo que confesar que una de las cosas que más estrés me dan en el mundo, es hacer cola o abrirme paso a codazos en una aglomeración, me he perdido conciertos, comer en según qué sitios y algún bar de copas solo por eso, pero incluso cuando consigo la pole position, me surge un nuevo problema.

A nuestra bellísima chica de la reprografía le caigo mal, fijo. Comprendo que debe de estar hasta las narices de trabajar constantemente con un mogollón de gente en el mostrador (yo lo estaría) pero si supiera la angustia que me produce semejante situación, abriría una ventanita para mi sola.

Veo esos pen de colorines en manos de los demás y me da la taquicardia, oigo la pregunta ¿Lo quieres encuadernado? Y me da un ataque de ansiedad y la simple contemplación de esos gusanillos en espiral originan que empiece a hiperventilar.

A pesar de eso, ya tengo varios bloques de apuntes fotocopiados, encuadernados y listos para empezar a subrayar, ¿Cómo ha ocurrido ese milagro? Fácil, si me diera una lipotimia en mitad de ese barullo seguro que me pisoteaban, así que me abstengo de desmayarme, y además, y más importante, lo único que me agobia más que todo ese lio, es perderme parte de los apuntes.

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