MADRID. CUADERNO DE BITACORA (II)


Subida en el regazo del tren, va contándome historias: La del cortijillo añil medio derruido, la del pequeño arroyo escarchado, la de los tres arboles solitarios, la de la atalaya olvidada…….hasta que sin darme, cuenta estaba aquí. En los cafetales de cristal, hay una sibila tocada con columnas dóricas, busca alguien a quien transmitir los cantos de sabiduría, pero el primer candidato es sacerdote de Morfeo, y su Dios es celoso y vengativo. El segundo candidato, es acaparado por la sibila, que no le permite ni oír los cantos de sirena. Cuando transmite lo que le es permitido, es ella misma la que entra en trance, dejando de pertenecer al mundo de los que escuchan. Indi va pisando botones dorados y morados turbantes invernales. No voy a dejar que la oscuridad me atrape aquí, remontare los negros ríos, antes que se extinga el fuego. Una competición extenuante, sin reglas, sin salida ni meta, se rige por el metálico piar de los exigentes tubos. Caleidoscopios en el pavimento, madera en las caderas, los viejos cromos sepia sujetan los frutos milenarios, mientras asciende el humo de los sacrificios. Ritmos tribales que ya nadie escucha. Conservas de ballenas catatónicas. Lana y cuero que corren y serpentean inundando las calles; que tapan piernas, que tapan bocas, que adornan pechos. Flores crepusculares se desmayan desde el techo. ¿Había un cuerpo de mosqueteras al servicio de su majestad?. Jirafas frías y amarillas escupen promesas imposibles de cumplir. Estupor bajo las farolas. Taparemos los errores, con disfraces de colores. Mientras, suena un clavicordio sobre los confortables nudos de Irán.

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