LA HISTORIA DE EL PATIO DE MI CASA.TOC TOC, PASA


Pues no sabría yo decir si es particular o no, pero no tengo otro patio, de hecho, nunca he tenido más patio que este.

Hace tiempo, viví en una casa, con más terreno alrededor, pero las circunstancias no me dieron para convertir ese terreno en zona disfrutable y vivible.

En el patio de mi casa, que tiene los muros muy bajitos, los vecinos te ven y te saludan cada vez que entran y salen de sus casas. En contraprestación, ves el mar a todas las horas y en todos los cambios de luz.

En el patio de mi casa ya han estado todos los cenadores, las pérgolas y sombrillas habidas y por haber. Eso me ha demostrado (yo ya lo sabía) que lo mejor, es un cañizo de los de toda la vida.

Tiene un arriate en ángulo recto, en dos de sus límites. Pequeño arriate en el que han crecido, tomates, pimientos, arrayanes, granados enanos, pulgones, ceniza, cochinilla….y mucha, mucha mala hierba. Que es lo que pasa cuando te dedicas a otras cosas, en lugar de estar pendiente de las plantas.

En el patio de mi casa, hay dos jazmines que se turnan para florecer; el moruno en la agonía del invierno, y uno que no sé cómo se llama, en verano; no es el jazmín de las biznagas, es otro, con un aroma más intenso, más profundo.

El patio de mi casa, hace tiempo que era un sitio muy concurrido, barbacoas, fideuas, tés verdes, mojitos. Reuniones a las que venían, amigos, familia, y gente a la que no me apetecía atender, pero claro, entre la herencia anfitriona andalusí, y lo mucho que mi madre se preocupo de que supiera estar en mi lugar, pues todos fueron bien recibidos y bien atendidos.

Pero un día llego el invierno, y los temporales, de levante, de poniente, de sur y de norte. El levante, pego salitre en las hojas de jazmín, lo convirtió en una agonizante masa vegetal, preñada de salitre, color tabaco. El poniente revoleó mesas y sillas partiéndole sus patas de resina en la violencia de las rachas apasionadas y feroces. Las parrillas se oxidaron, y yo tuve, un día de primavera que volver a salir a mi patio.

La pérgola destrozada, todo lo demás en ruina……. ¿o no?.

Como decían en Parque Jurasico, la vida siempre acaba abriéndose paso.

Me calcé mis guantes de navegar, (no tengo de jardinera porque soy tan torpe como aquel gato con guantes que se hizo vegetariano). Y empecé a eliminar cosas muertas y cosas superfluas.

He optado porque, cualquier planta, tan decidida a vivir, como para soportar mis despistes, es intocable. Que no necesito una barbacoa, porque la gente que te quiere, o trae comida, o les da igual no comer, o llamamos al Telepollo.

Que los que me quieren, tampoco son tantos. O sea, que menos mesas, y menos sillas. Y si vienen todos a la vez. No importa. Para eso tengo banquillos en la cocina y sillas con ruedas en el ordenador.

En el patio de mi casa, hay una pérgola desgarrada por el temporal, media docena de sillas descalabazadas de distintos colores, un arriate lleno de plantas olorosas e invasivas.

Y una puerta abierta para los que me quieren.

Para los que yo quiero.

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