EL PLACER, LO DOMESTICO Y LOS TRABAJOS BIEN HECHOS


Supongo que es algo primitivo, una de esas cosas de la parte más arcaica del cerebro y los genes.

El mundo de las ideas y de las abstracciones es muy sofisticado, alambicado e interesante. Hay un regusto especial en entender una idea especialmente difícil, en intentar abarcar conceptos absolutos como: existencia, nada, creación…….

Hay un mundo más sencillo, pero que tampoco está al alcance de todos. Es el mundo de los que saben trabajar con las manos. Ya he dicho en otra ocasión lo que pienso de las manos, así que voy a intentar no repetirme.

Cuenta mi hermana una anécdota de mi padre (responsable de que nos movamos con soltura por una maleta de herramientas). Estaban de viaje, allá por el centro de la península, viendo museos, palacios y pinacotecas y cualquier cosa interesante y digna de ver, (que en este país se cuentan por miles). Cuando llegaron a Segovia, mi padre se quedó pasmado delante del acueducto, le dedicó un buen rato, y después de mirarlo, remirarlo y calibrarlo con ojo experto comentó “un trabajo muy bien hecho”.

¡Que pocas cosas actuales merecen ese comentario!.

Como estoy en momento brico, y ni mi economía, ni mi carácter me dan para delegar las cosas de mi casa, pues me estoy comiendo la canícula agosteña entre clemas, llaves allen y llaves fijas. Con la ayuda inestimable de una aprendiza de bruja.

Me cuesta, la verdad, es que me cuesta bastante de tiempo y de desgaste físico, con el inconveniente de mi condición femenina. Me explico, no solo monto la estantería o el mueble de turno, o coloco en la pared las alcayatas necesarias, sino que además, limpio las ventanas por fuera y los roperos por dentro. En fin, lo que viene siendo ocuparse de verdad de una habitación.

Y sigo sudando la gota gorda, y pensando en lo injusto de que solo pasara a la historia Trajano, y no los nombres de todos esos que pusieron su ingenio y sus manos para que él perdurara.

Me tiro un rato revisando brocas, sé que para los azulejos, son las widia, pero no sabía cómo distinguirlas del caos herramentístico de mi casa, hasta que me lo aclaró uno de mis oráculos.

Busco, rebusco, leo instrucciones, y ¡por fin!, todo va estando como yo lo imaginaba.

Es una estupidez, una cosa ínfima, ignorada por casi todo el mundo, como todo lo que atañe a lo domestico. Donde parece que el estado natural, es que la vida fluya sin esfuerzo, sin que alguien ande todo el día partiéndose los cuernos.

Pero cuando ya salgo de una habitación, terminada, limpia, monisísima. Me acuerdo de mi padre, de Imhotep y de Trajano y pienso “un trabajo muy bien hecho”.

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