EL HOMBRECITO ABRIGADO


Los días laborables, están llenos de rutina. Nos pasa a todos, los mismos trayectos a la misma hora, dan lugar a que casi todos los días nos tropecemos con la misma gente.
Mi rutina es meter a Pepote y los perros en el coche, dejar el niño en el instituto y bajar a la playa a dar un paseo con Hommer y Maggie .
Este invierno ya sabéis como ha sido, y como sigue siendo. Mucho temporal, lluvias y viento. A pesar de eso no he renunciado al paseo casi ningún día. Me gusta pasear, aunque la lluvia te vaya picando la cara con alfilerillos helados.

Cuando ya voy de vuelta, de nuevo en el coche, veo a un hombre, que más que un hombre, es un muestrario de ropa de invierno, corriendo por el filo de la carretera. Lleva chándal, chaquetón, gorro, bufanda y guantes. Normalmente la gente que corre va unos grados menos abrigada que los que caminan, pero este hombre no.
Es bajito, y corre con la determinación suicida del que huye de algo. Siempre que me lo he cruzado, me ha dejado admirada intuyendo el calor que debe tener y el desprecio al cansancio que hay que hacer para mantener el ritmo, aunque tengas las piernas cortas y una complexión mas propia para ser asalariado de Vulcano en su fragua, que para emular a Abebe Bikila .
Algunos días, cuando vuelvo a salir, de nuevo en coche, para comprar, o resolver cualquier otro asunto, lo veo de vuelta. Sigue corriendo, y sigue manteniendo el ritmo, sin aparatejos de esos que te miden el pulso, o los pasos, sin mallas técnicas de colorines y sin el atrezzo del resto de corredores.

Aunque son pocos segundos los que tardamos en cruzarnos, me transmite sin oírlo, el jadeo de agotamiento y la punzada que debe llevar en el costado, pero sigue corriendo como si entre la cabeza y los pies solo llevara un metrónomo que le marca el ritmo sobre el asfalto.
Hoy llevaba la cara descubierta, es un hombre mayor, lleno de canas, con la cara cruzada de arrugas de las que te da trabajar muchas horas en las labores de campo o en las faenas de la mar.
Como siempre había supuesto, va con la mandíbula encajada y el gesto serio, con la mirada fija en un punto lejano que solo él puede ver , no sé si se considera deportista, o sus carreras diarias son por consejo médico o quizá porque huye de una casa que amanece sola y que no soporta. Pero cuando leo o me hablan de los adjetivos que normalmente se le aplican al deporte, (tesón, constancia, sacrificio), a mi cabeza no se vienen las imágenes de los deportistas, las equipaciones de colores, las calles de atletismo….
Esas palabras lo primero que traen a mi cabeza es la figurita tosca, corriendo por el filo de una carretera sin arcén, de ese hombre tan abrigado.

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